Resumen | El tiempo acaba erosionando las cosas, los hechos,
los recuerdos. La modernidad cosifica las cosas, los
hechos, los recuerdos. Es el momento en el que la
historia y sus datos aparecen transformados en
monedas de cambio, ...
El tiempo acaba erosionando las cosas, los hechos,
los recuerdos. La modernidad cosifica las cosas, los
hechos, los recuerdos. Es el momento en el que la
historia y sus datos aparecen transformados en
monedas de cambio, en mercancía. Parece el trato
injusto que el sucederse del tiempo da a todo lo
que fue.
T.W. Adorno abogó por reconstruir una historia de
este tipo: la teoría dialéctica del olvido. En ella se nos
ofrecería, además de los paradigmas de la modernidad, las circunstancias que hacen que los hechos, las
cosas, los recuerdos, transformen el presente en la
historia de la ausencia. Nadie mejor que el arqueólogo o el investigador saben cuanto pierden los
objetos al fragmentarse. La historia del fragmento
cobra especial relevancia en tanto que detrás de ella
se nos presentan dos figuras de gran importancia
para la investigación: el valor del objeto en sí, y el
carácter de mónada que acaba por proyectar sobre
aquello que le es próximo. Sobre esto, nos vamos a
detener algo más.
La objetualidad de las cosas recién halladas rompe
los discursos, fragmentan las continuidades históricas, para demandar por sí solas toda nuestra atención. Los objetos, los hechos aparecen en su configuración estética, pidiendo “historias”, interrogando
mundos. El descubrimiento delinea algo próximo a
lo salvaje, a lo originario, aquello que aun por no
tener predicado puede romper la barrera de las
palabras, para interrogar así a los significados. La
atención requerida se dirige hacia la diferencia, no a
lo similar, sino hacia su afecto irrepetible. El discurso
salta en mil pedazos y la única salida posible es la de
la figura que no está significada, pero de esto hablaremos más adelante. Volvemos así, por tanto, a la
estética de la investigación, a la investigación como
estética.
Llegamos a una de las curiosas paradojas del tiempo
de la historia: la historia sólo pervive a lo largo del
tiempo si es capaz de haberse construido, constituido, por imágenes. La imagen funda una verdadera
profecía que perfora todos los tiempos. La imagen
por haber sido fragmento se mantiene por sí sola,
dándose a ver, iluminando lo incierto. La imagen de
los acontecimientos deben ser descubiertos como
auténticas figuras estéticas.
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