Resumen | La proliferación de fake news (Waisbord, 2018; De-Keersmaecker y Roets, 2017) sobre el Covid-19 (Pérez Da Siva et. al, 2020) aumenta el descrédito de la ciudadanía hacia los políticos y los medios de comunicación en un ...
La proliferación de fake news (Waisbord, 2018; De-Keersmaecker y Roets, 2017) sobre el Covid-19 (Pérez Da Siva et. al, 2020) aumenta el descrédito de la ciudadanía hacia los políticos y los medios de comunicación en un momento de crecimiento de fuentes alternativas, protegidas por el anonimato que favorecen las redes. El incremento de la desinformación (Bennett; Livingston, 2018), la desconfianza hacia los medios tradicionales, la polarización política, la fragmentación y la configuración de un entorno mediático de alta elección (Van-Aelst et al., 2017) dificultan a los ciudadanos obtener información valiosa sobre asuntos públicos. Los efectos se agudizan cuando se trata de noticias políticas sobre terrorismo, desastres naturales, ciencia o leyendas urbanas (Vosougui, Roy y Aral, 2018). Los gobiernos y las instituciones públicas activan todos los recursos para atajar un problema que ya en el año 2018 era considerado como una amenaza para la democracia (EU vs Disinfo, 2018). La eclosión de noticias falsas que han empoderado las políticas antidemocráticas y que igualan al número de noticias profesionales de medios
acreditados (Howard, Wooley y Calo, 2018) instiga a la reinvención de
un periodismo con múltiples desafíos para desenmascarar la mentira a
partir de procesos de verificación informativa (Mantzarlis, 2018; Marcos Recio, Sánchez Vigil y Olivera Zaldua, 2017), que restablezcan
la credibilidad y la confianza (Bennett y Pfetsch, 2018).
Se dibuja un escenario en el que la prioridad se concentra en advertir a
los públicos sobre la invasión de mentiras y falsos en las redes, promovidas por los representantes políticos, pero también por los propios
usuarios de la red, convertidos en prosumidores del bulo. La tarea de
factchecking en Twitter no es suficiente para combatir la falacia y se
requiere una labor de auditoría de los propios medios de comunicación,
acorde con criterios de calidad periodística.
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