Resumen | Durante el reinado de Isabel II, ante el atraso de España frente a los países vecinos, se comienza una política
de apoyo a las artes que se materializa en varias iniciativas como la creación a mitad de siglo de las
Exposiciones ...
Durante el reinado de Isabel II, ante el atraso de España frente a los países vecinos, se comienza una política
de apoyo a las artes que se materializa en varias iniciativas como la creación a mitad de siglo de las
Exposiciones Nacionales a semejanza de los Salones parisinos, la proliferación de las Academias de Bellas
Artes en prácticamente todas las provincias, y el aumento de las pensiones para París o Roma. Aunque todas
estas medidas no consiguen solucionar la falta de un mercado del arte en España, sí marcan un cambio en
relación a la mitad anterior del siglo: Gracias a las medidas tomadas surge una numerosa generación de
artistas muy superior en número y calidad a los románticos de la primera mitad del siglo, y que no sólo se
situaron al nivel de los artistas europeos sino que algunos de ellos lideraron el panorama artístico
internacional.
En Jerez, el auge de la industria vinatera produjo durante el siglo diecinueve un desarrollo tan notable que
influyó decisivamente en la vida artística de la ciudad. La pintura fue la más beneficiada de las artes, y a
partir de la segunda mitad de siglo comienzan a formarse incipientes instituciones culturales dedicadas a
promover las artes y a educar a futuros artesanos y artistas. Así en Jerez al igual que en el resto de España se
crea una generación de artistas de un nivel bastante superior a la anterior generación, que en algunos casos
llegará a formar parte de los circuitos europeos, y de los que sus más destacados exponentes fueron José
Gallegos Arnosa y Salvador Sánchez Barbudo.
Junto a otros pintores como José Cala y Moya, Manuel Muñoz Otero, Juan Comba o Germán Álvarez
Algeciras, protagonizaron el auge cultural de la ciudad, formándose en esas pequeñas instituciones que
comenzaron a surgir. Traspasaron las fronteras jerezanas y españolas para terminar su formación,
principalmente en Roma, donde fueron Gallegos y Barbudo los que se establecieron definitivamente dado el
enorme éxito que alcanzaron, convirtiéndose en los artistas jerezanos de mayor proyección internacional del
momento.
Esta generación influyó decisivamente en las posteriores. En el último tercio del siglo XIX y principios del
XX se impulsaron instituciones artísticas de mayor entidad, como la Escuela de Bellas Artes de Santo
Domingo o la Escuela de Artes de Jerez, que formarán los siguientes artistas. Éstos seguirán destacando en el
campo del arte y muy especialmente en la gráfica y el dibujo publicitario, actividad estrechamente unida a la
industria del vino y en la que los artistas jerezanos también destacaron internacionalmente.
Las vidas de Gallegos y Barbudo fueron sorprendentemente paralelas tanto en aspectos personales
(empezando por sus fechas de nacimiento y defunción 1857- 1917) como en sus trayectorias artísticas,
siguiendo los dos, prácticamente, los mismos pasos en su formación, cuya etapa culminante fue una decisiva
estancia en Roma que marcó su obra y su vida. Podemos decir que Roma fue un punto de inflexión decisivo
y el aglutinante en el estilo artístico de ambos pintores. Los dos realizaron primero una incursión en la
pintura de historia para centrarse después casi exclusivamente en el tableautin fortuniano. Aunque por la
datación de sus primeras obras se advierte que conocían las obras del pintor reusense con anterioridad, es a partir de su contacto con Roma cuando comienzan con la producción que hoy les caracteriza.
La estela dejada por Fortuny tras su muerte en 1875 fue el catalizador y un nexo estilístico de la mayoría de
los pintores que acudían a Roma. Tanto Gallegos como Barbudo comparten este sello pictórico aunque con
diferentes características como veremos más adelante, podemos decir que ambos fueron pintores fortunianos.
Es preciso nombrar en el hilo de esta influencia la figura de José Villegas Cordero. Tras la muerte de Fortuny,
el pintor sevillano se convierte para pintores, crítica y aficionados en el sucesor del admirado maestro.
Villegas tuvo estrecho contacto con ambos pintores y la relación con ellos fue, aunque amistosa, siempre de
maestro a discípulos. Podemos decir que la pintura de Fortuny llega a nuestros pintores a través de la pintura
de Villegas y que estos a su vez asumen este estilo pero integrando sus propias variantes. El pintor sevillano
actuaba como nexo y referente de los pintores jóvenes que llegaban a Roma, les acogía, aconsejaba y en
algunos casos como con Gallegos y Barbudo les introducía en el mundo de los marchantes, las galerías y los
grandes coleccionistas que visitaban el estudio del reputado pintor.
Tanto José Gallegos como Salvador Sánchez Barbudo siguieron los novedosos pasos de Fortuny no sólo en
la pintura sino en la manera de llevar su trayectoria profesional: no tenían demasiada relación con las
instituciones oficiales, su obra se movía casi exclusivamente en el mercado internacional y el coleccionismo
privado. Aunque al principio de sus carrera sí se afanaron en presentar obras a las Exposiciones Nacionales
de Madrid; una vez obtuvieron sendas medallas, se apartaron de éstas y se centraron en el circuito de
marchantes y galerías, participando intermitentemente en las grandes Exposiciones Internacionales que se
celebraban periódicamente en Venecia, Berlín, Roma, Munich, Praga, París, Washington o Buenos Aires,
recibiendo en éstas reconocimientos y medallas que señalaremos más adelante. Estas exposiciones servían de
escaparate y de atractivo a futuros compradores y marchantes. Eran conocidos internacionalmente, su obra
gustaba especialmente al otro lado del Atlántico donde figuraba en las principales colecciones privadas y
galerías. De su actividad internacional que era conocida en España, hemos podido encontrar suficientes
referencias en diversas publicaciones de la época tanto españolas como extranjeras que destacan la actividad
de los dos artistas9 así como en libros de referencia sobre la pintura española del XIX.
Como marco temporal nos situamos entre el año 1875, momento en el que comienzan su formación en las
Bellas Artes y 1917, año en el que fallecen ambos pintores. Por lo tanto nos centraremos en el último tercio
del XIX y los inicios del XX, periodo políticamente caracterizado en España por la Restauración y
estéticamente por el Realismo, en lo que a pintores como Gallegos y Barbudo se refiere; sin embargo, como
veremos más adelante, en la época que se extiende alrededor del cambio de siglo se observa una convivencia
de estilos completamente diversos que nunca hasta entonces se había dado, constituyendo un verdadero
crisol de estéticas y conceptos estilísticos.
Al reconocimiento de la notoriedad que tuvieron se une otro objetivo y/o hipótesis: el reconocimiento de que
la pintura de José Gallegos y Salvador Sánchez Barbudo formó parte de una renovación pictórica que
desembocará en el naturalismo y más adelante en las vanguardias y la abstracción.
La denostación de la pintura realista, especialmente la de género del XIX y principios del XX, y de sus
principales exponentes Fortuny, Rosales, Madrazo, Villegas y Sorolla, responde a una valoración cada vez
mayor de lo conceptual, de lo que cuenta la obra, del significado que está “detrás” de la pintura. Ya avanzado
el siglo XX el arte ha sufrido un periodo de intelectualización que rechaza lo puramente plástico: a partir de
los años 50, una vez encumbradas las últimas manifestaciones de las vanguardias formalistas, el
expresionismo abstracto, el expresionismo figurativo y el informalismo, se produce una reacción a todo lo
emocional y subjetivo que había en estas manifestaciones, en consecuencia se trata de eliminar la huella
física del artista, llegando éste a ser completamente sustituible en la ejecución de la obra. Se deja así toda la
importancia artística a la concepción de la obra, la idea; se impone un arte neutro, objetivo e impersonal; la
importancia que se le da a la idea y la absoluta desestimación de la ejecución va generando una escala de
valores a la hora de valorar la obra de arte que se hace notar en la segunda mitad del siglo XX y que
lógicamente actúa en detrimento de cualquier expresión en la que el gesto, la mano tengan prevalencia. Sin
embargo, la evolución de la pintura hacia las vanguardias artísticas tuvo como impulso e hilo conductor lo
contrario: la necesidad de despojarse del discurso literario, de “desintelectualizar” el arte para poder valorarla
solamente por las características que le son inherentes, las características plásticas. No se trataba de eliminar
todo discurso, se trataba de sustituir el discurso narrativo por el discurso plástico, considerando este
perfectamente legítimo por sí solo. El camino hacia la pintura abstracta, por ejemplo, ha tenido como
estandarte la prevalencia exclusiva del discurso plástico frente al narrativo o conceptual.
Este camino comenzó probablemente en la pintura de género y en el paisaje. El tableautín fue una
importante manifestación de pensamiento liberal y una revolución frente a la pintura oficial. Unía virtuosidad
de ejecución y banalidad conceptual; reaccionó a los grandes formatos y desmitificó la función educativa y
moralizante de los temas artísticos. En la obra de los dos pintores, sobre todo en la de Barbudo, se juega con
la materia con gran conocimiento del medio, recreándose en las cualidades plásticas que la técnica podía
ofrecer, el tema es una excusa, una necesidad del público que todavía no puede valorar una obra sólo por la
luz, la composición, la factura o el color.
La vuelta a la primacía de lo intelectual como legitimación del arte, ha contribuido directamente a la
minusvaloración y el olvido de artistas de gran calidad como los que nos ocupan en esta tesis. Esta
investigación desemboca en un análisis plástico y metodológico profundo de la obra de Gallegos y Barbudo
destacando los elementos más valiosos y desconocidos de su lenguaje pictórico.
Hay que decir que ambos pintores se centraron casi exclusivamente en la pintura de moda, el tableautin, que
tenía por entonces un extraordinario éxito en el mercado del arte internacional, lo cual sin duda afectó a su
evolución artística y les impidió llegar al nivel de artistas contemporáneos, como Joaquín Sorolla quien
también comenzó su andadura en la pintura fortuniana. Sin olvidar este punto podemos afirmar que José
Gallegos Arnosa y Salvador Sánchez Barbudo fueron dos exponentes principales de esta corriente pictórica
que surge de la figura de Fortuny dominando el panorama artístico internacional durante el último tercio del
siglo XIX y que en contra de lo que se piensa fue una corriente pictórica renovadora.
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