Resumen | La imagen de paisaje herido, caótico y futurista que encontramos en un territorio localizado al norte de la provincia de Jaén, en las estribaciones de Sierra Morena, nos permite apreciar la dimensión que debía de poseer ...
La imagen de paisaje herido, caótico y futurista que encontramos en un territorio localizado al norte de la provincia de Jaén, en las estribaciones de Sierra Morena, nos permite apreciar la dimensión que debía de poseer este lugar cuando grandes máquinas de bombeo Cornish y Bull, calderas, cabrias y castilletes, fundiciones, lavaderos, líneas de ferrocarril, horadaban el subsuelo y tapizaban la superficie con alineaciones de chimeneas, arquitecturas, balsas y nuevas topografías de escoria y residuos. Un paisaje, por otro lado, sometido a lo largo de la historia a importantes acciones y transformaciones antrópicas que han ido depositando un valor cultural denso, diverso y excepcional: lugar estratégico, espacio frontera, paisaje de batallas, paisaje planificado, paisaje de la minería, etc. La "agresión" sufrida por el territorio desde que la actividad minera emergió hace 3 500 años, llegando a su apogeo a mediados del siglo XIX y hasta la segunda década del siglo XX con la llegada de las grandes compañías europeas y la máquina de vapor, comenzó a cicatrizarse cuando ésta cesó a finales del siglo XX. Las arquitecturas, las máquinas abandonadas y los espacios e infraestructuras, testimonios de un proceso productivo se convirtieron en patrimonio generando un nuevo paisaje complejo, multidimensional, entrópico, de la memoria, lleno de potencias
multidireccionales por explorar y que integraba las interpretaciones y las expectativas de grupos sociales, administraciones
públicas e individuos. La desactivación productiva de la industria minera, por el agotamiento de los filones y los intereses geopolíticos y económicos globales, dio paso a nuevas estrategias productivas agresivas sobre las primeras, acelerando un
proceso de alteración.
|