Revista de historia contemporánea - 1996 - Nº 7
URI permanente para esta colecciónhttps://hdl.handle.net/11441/2880
Examinar
Envíos recientes
Artículo Evolución del voto y de los partidos de derechas en Huelva. 1933-1936.(Universidad de Sevilla, 1996) García García, CristóbalArtículo El Partido Republicano Radical: las «clases de servicio" de la burguesía agraria. Granada, 1931-1936(Universidad de Sevilla, 1996) López Martínez, MarioArtículo "Vieja política" y "nuevo régimen" durante la Dictadura de Primo de Rivera en Extremadura(Universidad de Sevilla, 1996) Lemus López, EncarnaciónArtículo El exilio permanente(Universidad de Sevilla, 1996) Cordero Olivero, Inmaculada; Universidad de Sevilla. Departamento de Historia ContemporáneaArtículo La formación del Partido Maurista en Huelva. Antecedentes políticos y composición social(Universidad de Sevilla, 1996) Peña Guerrero, María AntoniaArtículo Los diputados de la provincia de Cádiz durante la Restauración, 1876-1898(Universidad de Sevilla, 1996) Perales Pizarro, AlfonsoArtículo Problemas no resueltos en torno al pronunciamiento de Primo de Rivera(Universidad de Sevilla, 1996) Olabarri Gortazar, IgnacioArtículo Representación parlamentaria e intereses económicos en la Restauración (Alicante, 1881-1898)(Universidad de Sevilla, 1996) Gutiérrez Lloret, Rosa Ana; Zurita Aldeguer, RafaelArtículo El republicanismo federal: organización de partidos y alternativas de revolución política en el Sexenio democrático (Sevilla, 1868-1874)(Universidad de Sevilla, 1996) Arias Castañón, Eloy; Universidad de Sevilla. Departamento de Historia ContemporáneaEste es un estudio básicamente de política local, que pretende utilizar como guía para organizar la información el concepto de Estado con sus elementos poder, población y territorio, el papel de las instituciones y la estructuración de partidos. Si la España decimonónica era un país escasamente articulado, fragmentado y localista que intentaba solucionar sus deficiencias con mucho Aparato y poco Estado dentro de una estructura oligárquica, en el Sexenio se plantearon varios intentos de crear un auténtico Estado democrático en el que quedasen armonizadas las relaciones entre los elementos apuntados y se diese solución a los monopolios y enfrentamientos políticos, y a los aislamientos y divergencias socioterritoriales. La problemática que recorre el Sexenio se presentaba desde luego en esos tres aspectos, que podían resumirse como «revolución política", «revolución social» y «revolución territorial», y normalmente interconectados; y en la medida en que no se lograba armonizar esas relaciones y resolver esos problemas, se acababa desfuncionalizando las instituciones, utilizándolas políticamente y más como instrumentos de control y de represión que como mecanismos de representación. El pronunciamiento de 1868, que no revolución, triunfó creando una democracia puramente formal que apenas modificó la realidad para que aquélla fuese posible y optó por falsear la formalidad para controlar la realidad, aunque a la larga, en 1874, terminó fracasando. El que para hacer triunfar el pronunciamiento se acabase dando mayor protagonismo del previsto a las juntas revolucionarias y al apoyo popular, ha llevado a hablar de revolución un tanto abusivamente, porque el acto de 1868 no modificaba en esencia la técnica del pronunciamiento y de ahí la facilidad con que se disolvieron las juntas. El control de las milicia ciudadanas costó algo más, porque en ellas estaba una de las fuerzas, el republicanismo federal, que como tal no había participado en la coalición del 68; en todo caso, en tres meses ya había concluido todo. Los organizadores unionistas y progresistas del pronunciamiento utilizaron a la democracia, como revela claramente su exclusión del Gobierno provisional y la marginación subsiguiente a que fueron sometidos; y en justa correspondencia la democracia sacó a la luz pública su republicanismo federal. Los intentos revoluciones iban por otro camino y se plasmaron fundamentalmente en dos proyectos: el republicano federal y el internacionalista (A.l.T.). Lo realmente nuevo en 1868 era que, en torno al proceso apuntado, surgiese un republicanismo federal con un apoyo de grandes masas de población y que se intentara crear un partido orientando hacia la política el descontento social y territorial existente y que lo plantease con los objetivos de crear una democracia real que exigiría cambios de todo tipo. Esto si era revolucionario. Lo mismo que lo sería el internacionalismo, que intentaba aplicar, muy poco después, otro modelo distinto al republicano. Ambos fracasaron en el Sexenio, en tanto en cuanto ni lograron destruir ni conquistar el poder, pero ¿no eran movimientos a largo plazo? La problemática que se desarrolló en torno a estos proyectos, el problema de la regeneración de España, el Estado democrático, la organización territorial, la cuestión social, reivindicaciones obreras con un proyecto alternativo... etc. ¿No pasaron a formar parte de las cuestiones fundamentales de los próximas décadas? J. L. Comellas, interesado en remarcar el cambio de época que se estaba dando en el Mundo y en España en torno a 1870, resumía esta experiencia con un juego de palabras: «triunfó la revolución y fracasaron los revolucionarios» No puede decirse, desde luego, que hubiera cambios radicales de las estructuras , pero del Sexenio salió una imagen dicotómica de las dos Españas, la oficial y la real, «los que dicen defender a la «nación» y los «separatistas», y la no menos dicotómica de la lucha de clases. Los problemas reales siguieron, y la España oficial cerraba filas y aprovechaba, a marchas forzadas, algunas de las experiencias del Sexenio para replantear el nuevo régimen. Las revoluciones no triunfaban, pero algo realmente revolucionario estaba ocurriendo.Artículo Partidos y líderes políticos en la Sevilla de la Restauración: conservadores y liberales(Universidad de Sevilla, 1996) Sierra Alonso, María; Universidad de Sevilla. Departamento de Historia ContemporáneaArtículo El sistema de partidos en la Segunda República(Universidad de Sevilla, 1996) Juliá Díaz, Santos; Universidad de Sevilla. Departamento de Historia ContemporáneaUna visión muy extendida de la Segunda República -que ha dejado un poso en la memoria colectiva- tiene a su sistema de partidos como una experiencia frustrada debido a su número y permanente debilidad. Los partidos eran muchos y débiles, lo que habría dado lugar a un sistema sumamente fragmentado y hasta caótico que, al fracasar las iniciativas de creación de un centro fuerte-un partido o una coalición de partidos- evolucionó hacia una extrema polarización, de la que habría resultado la guerra civil. Una tesis, como se ve, algo interesada porque distrae la atención del verdadero origen de la guerra civil, un golpe militar parcialmente fracasado. Esta visión ha recibido cierto espaldarazo científico con el modelo de pluralismo polarizado definido por Sartori y del que España sería una ilustración imperfecta debido al especial carácter caótico del experimento y a su excesivamente breve duración. El pluralismo polarizado define, según Sartori, al sistema de más de cinco o seis partidos relevantes, de los que algunos son partidos antisistema, que socavan la legitimidad del régimen y en el que el gobierno debe hacer frente a la existencia de oposiciones bilaterales, mutuamente excluyentes, que le hostilizan tanto por la izquierda como por la derecha. Sartori añade a estas dos notas fundamentales algunas otras complementarias: el lugar central del sistema está ocupado por un partido o por una coalición de partidos; el espectro de la opinión pública se encuentra sumamente polarizado; prevalecen las tendencias centrífugas sobre las centrípetas; es un sistema muy ideologizado, muy proclive a abordar los temas políticos de un modo doctrinario; hay una presencia de oposiciones irresponsables, que saben que nunca llegarán al poder y que, por tanto, pueden prometer el cielo y la tierra sin necesidad de responder de esas promesas. Aplicado a la España republicana, este modelo de pluralismo polarizado es plausible si se consideran elementos del sistema de partidos en distintas fases del proceso de su evolución y se atribuyen al sistema independientemente de la cronología. Es cierto que, en algún momento, aparecen relevantes partidos antisistema: en 1933, la CEDA; en 1934, los socialistas; pero no en 1931 ni en 1936. Lo es también la presencia de oposiciones excluyentes: los anarcosindicalistas y los monárquicos, pero los verdaderos partidos anti sistema que perduran a lo largo de todo el periodo son débiles, no relevantes: fascistas, monárquicos o -hasta finales de 1935- comunistas no llegaron nunca a contar con un seguimiento masivo. A igual conclusión se llegaría considerando otros rasgos del modelo de pluralismo polarizado. Sin negar, pues, algunos de los datos que justifican la aplicación al caso español de este modelo, mi propósito esta tarde es discutirla insistiendo en una tesis diferente que tenga en cuenta la cronología, de la que no se puede prescindir, a pesar de la brevedad de la experiencia. Como ha escrito Santiago Varela, «existen indicios racionales de que la fragmentación iba reduciéndose en 1936, de que los grupos fluidos e inestables desaparecían, abriendo paso a organiza ciones más racionales y modernas y de que, finalmente, los partidos iban agrupándose en torno a las grandes alternativas políticas que hoy se encuentran en las democracias occidentales». Tal vez se trata sólo de «indicios racionales» que, por otra parte, coexistían con sus contrarios, pues también se perciben en 1936 indicios de que algunos de los grandes partidos sufrían disensiones internas que podían llevarles a la fragmentación en varios grupos o a la escisión. En todo caso, la simultánea presencia de unos elementos y de sus contrarios exige introducir el tiempo como una variable fundamental para la comprensión del sistema. En definitiva, el análisis del sistema de partidos en la República no puede realizarse atendiendo únicamente a si en él se daban o no las características que definen un modelo, sino estudiando las tendencias que lo van moldeando, pues el paso de años, y aún de meses, fue decisivo para su configuración, que nunca llegaría a ser acabada. Más que el caso de un modelo, el sistema de partidos de la República es un caso en formación: los partidos que lo constituyen no existían como tales, salvo alguna excepción, en 1930; todos ellos partían de una débil base organizativa, de una casi nula institucionalización y de un alto grado de fragmentación. Pero a medida que pasan los primeros años de República, ese sistema en formación experimentó, en medio de las tensiones derivadas de la competencia entre partidos y de las luchas intrapartidarias, un avance hacia la constitución de grandes partidos de masas: proceso de incierto futuro -nadie sabe lo que habría ocurrido si...- pero en todo caso interrumpido por un golpe militar que provocó una guerra civil.Artículo Economía y política en el Frente Popular(Universidad de Sevilla, 1996) Macarro Vera, José Manuel; Universidad de Sevilla. Departamento de Historia ContemporáneaArtículo La historia política en Andalucía (ensayo bibliográfico y líneas de investigación)(Universidad de Sevilla, 1996) Álvarez Rey, Leandro; Universidad de Sevilla. Departamento de Historia ContemporáneaArtículo Los católicos sevillanos en las crisis de la Restauración(Universidad de Sevilla, 1996) Ruiz Sánchez, José Leonardo; Universidad de Sevilla. Departamento de Historia ContemporáneaArtículo El socialismo sevillano ante la crisis del sistema de la Restauración(Universidad de Sevilla: Departamento de Historia Contemporánea, 1997) González Fernández, Ángeles; Universidad de Sevilla. Departamento de Historia ContemporáneaArtículo Opinión pública y prensa española en los siglos XIX y XX(1996) Ruiz Acosta, María José; Universidad de Sevilla. Departamento de Periodismo II