Resumen | «Nunca está del todo claro qué convierte un espacio en un hogar, o un proyecto de vida en una vida» escribe Valeria Luiselli en las primeras páginas de
Desierto sonoro. «En Little Rock vemos coches, supermercados, casas ...
«Nunca está del todo claro qué convierte un espacio en un hogar, o un proyecto de vida en una vida» escribe Valeria Luiselli en las primeras páginas de
Desierto sonoro. «En Little Rock vemos coches, supermercados, casas enormes, lugares probablemente habitados por personas. Pero no vemos personas, al menos no en la calle», informa después, mientras viaja buscando un
lugar propio en el desierto caníbal de los eremitas (Luiselli 2019, 150). «Bares, ¡qué lugares! Tan gratos para conversar», exclamaba el grupo de rock
Gabinete Caligari cuando en 1986 cantaba el estribillo de «Al calor del amor
en un bar». Lugares ¿Qué lugares?, se pregunta el prologuista de estas terceras Casas de citas: de la siguiente congregación de precisos ensayos, de una
cofradía de páginas en las que se reúnen la literatura, la cinematografía, la
caligrafía y la arquitectura para interrogarse en todas direcciones las unas
a las otras ¿De qué lugares, sitios, paisajes, oquedades, territorios, medios
ambientes, senos, habitaciones y horizontes, hablamos cuando hablamos de
espacio, de naturaleza o de arquitectura? ¿Es acaso productivo poner en duda que la herida abierta en el tronco de un árbol centenario es un lugar (no
la copa definida por las ramas, como lo fue para Tarzán y para El barón rampante), un recinto al que podemos llamar casa o llamar choza, o cobertizo o
paraguas, si por cualquier motivo hogar y cabaña nos parecen términos grandilocuentes para tanta humildad, para una construcción vegetativa usada esporádicamente como paraíso en el bosque?
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