Mostrar el registro sencillo del ítem

Tesis Doctoral

dc.contributor.advisorReyes Cano, Rogelioes
dc.creatorComellas Aguirrezábal, Mercedeses
dc.date.accessioned2018-10-25T12:24:48Z
dc.date.available2018-10-25T12:24:48Z
dc.date.issued1992-01-01
dc.identifier.citationComellas Aguirrezábal, M. (1992). Teoría y práctica del humanismo español a fines del renacimiento: Los discursos de las letras humanas de Baltasar de Céspedes y Antonio de Toledo. (Tesis Doctoral Inédita). Universidad de Sevilla, Sevilla.
dc.identifier.urihttps://hdl.handle.net/11441/79654
dc.description.abstractEs un tópico ya frecuente comentar el predominio absoluto de la literatura de creación sobre la prosa didascálica en nuestro Siglo de Oro. Los ingenios decidieron volcarse en la aventura más amena de la invención antes que aceptar las exigencias de reflexión a que obliga la doctrinal. Parecería como si los continuos cambios que afectaron a todos los órdenes de la vida y de los que se hizo eco la literatura creadora, no hubiesen permitido el suficiente reposo a los juicios para madurar intelectualmente las razonas y las consecuencias del complicado dinamismo en que se veían envueltos. Lo cierto es que haciendo un recuento rápido, las obras poéticas, dramáticas o narrativas doblan en número a las ensayísticas. Pero al respecto, y para no llegar a falsas conclusiones, habría que recordar la importante indicación de Alcina en su trabajo sobre “Poliziano y los elogios de las letras en España (1500-1540)”: la investigación ha preferido siempre dedicarse a la literatura de creación, dejando de lado la zona más árida de los ensayos latinos o romances, por lo que hoy constituye una urgente necesidad tratar esas páginas oscuras de nuestra historia literaria en catálogos de textos, ediciones, estudios que describían individualmente a los grandes autores y trabajos de conjunto sobre conceptos e ideas generales. Probablemente se descubriría entonces que también en este campo del humanismo, nuestros escritores tuvieron una relevancia considerable en el mapa literario de la época. Prestigiosas voces han llamado repetidas veces la atención sobre la necesidad de incorporar al estudio del Renacimiento español el fenómeno humanista, pues ambos están ligados tan profundamente que no puede entenderse el uno sin el otro: como escribe Rico, el Renacimiento literario no es sino la cara creadora del humanismo, y Abellán recuerda que sin comprender el humanismo, no es posible indagar en el Renacimiento. Pero, a pesar de que excelentes trabajos han salido a la luz en los últimos treinta o cuarenta años paliando esa sorprendente escasez de estudios críticos, y que hoy muchos de nuestros más conocidos filólogos se dedican intensivamente a este campo, el área desconocida es demasiado extensa aún. Fontán se quejaba en un artículo de 1966, “Introducción al Humanismo español”, de que “una verdadera historia del Humanismo español no ha sido escrita todavía. Probablemente será necesario que antes se realice una ordenación sistemática de las fuentes tanto bibliográficas como documentales”. Esa carencia de textos críticos, aún hoy ni siquiera medianamente solventada, parece ser el problema fundamental: para trabajar sobre las fuentes, el investigador se ve obligado a manejar mamotretos de los siglos XVII y XVIII si no puede acceder a los manuscritos. Muchos filólogos e historiadores de la literatura han descartado esta necesaria tarea editorial de sus intereses investigadores por considerar que no se puede dar cabida en la literatura a la multitud de tratados científicos que procreó el humanismo; pero no están tan claro que se pueda negar esta categoría literaria a las obras clásicas dedicadas a las materias que llamamos humanísticas, aún cuando muchos de estos textos no reúnen los presupuestos estéticos de amenidad pretendida que suele tener toda obra de creación. Ocurre otras veces que se hace difícil deslindar los volúmenes de temática filológica de los contenidos científicos: el humanista escribe sobre poética o retórica y después, en el mismo libro, trata sobre asuntos de la cosmografía o la nueva maquinaria bélica, sobre las antiguas leyes romanas o aclara un lugar difícil de Horacio. Se puede decir que el problema editorial de tan importantes textos tiene su raíz en que hoy se tiende inevitablemente a separar distintas áreas de conocimiento que durante el humanismo estuvieron en estrecho contacto: el historiador contemporáneo trata sobre la historiografía, el filólogo, los temas de filología, y así sucesivamente, por lo que obras propiamente humanísticas no caben dentro de los intereses de ningún grupo; esta división en disciplinas no coincide con la renacentista, y los estudios parciales no sirven para profundizar en una visión general que cada día se hace más necesaria. En este trabajo se ha pretendido precisamente un estudio global de todos los aspectos que un humanista requería denominarse tal, reuniendo en la misma investigación todas aquellas áreas que le incumben para describir, como en pocas ocasiones se ha hecho, -si es que se hizo alguna vez- el ámbito general de los estudios de humanidades y la labor práctica a que se dedicó este profesional. Este análisis completo lo permiten y lo exigen las dos obras que editamos, una de ellas, el Discurso de las letras humanas del insigne profesor salmantino Baltasar de Céspedes, considerada ya hace tiempo como uno de los testimonios más importantes del proyecto humanista y el único que en nuestra historia literaria describe globalmente la figura del profesional de las letras; y el otro, un manuscrito desconocido, cuyo autor, erudito hidalgo provinciano, don Antonio de Toledo y del Águila, pasó totalmente desapercibido en su época en su propósito de intentar convertir a la corte al ideario humanista. Su volumen manuscrito, descubierto en la Biblioteca Nacional de Madrid, que ni tan siquiera consta en los catálogos de la misma, completa la visión del primer Discurso: su interpretación del humanismo, siguiendo el magisterio de Céspedes pero más acomodada a los devenires de la vertiente vulgar, aporta singulares novedades que complementan el punto de vista del erudito catedrático con la perspectiva del aficionado. Ambos tratados se complementan al ofrecernos uno la guía de estudios del profesional de estracto universitario, y el otro la adaptación del ideal a esa importante corriente del humanismo vulgar español, que influyó quizás con más intensidad en el ámbito literario. Para poder enmarcar en un género los textos que editamos, habrán de comprobarse con la amplia producción humanística, que a pesar de ser más reducida que la de otras modalidades literarias en esta edad de oro de la creación, es de variado caudal. Gonzalo Sobejano en su estudio “Gracián y la prosa de ideas”, divide el espectro de los “prosistas didascálicos” del Barroc según los contenidos de sus obras, la pauta más afortunada y, sobre todo, la más sencilla para ordenar la enredada madeja de volúmenes, por lo que parece justo adoptar su esquema que sin inconveniente puede hacerse extensivo a los últimos años del siglo XVI. De esta manera, los autores podrán separarse en cinco grupos: a) filólogos que escriben sobre retórica, poética, gramática latina y castellana, lexicografía o los orígenes del castellano, en su mayoría humanistas adscritos a las áreas universitarias; b) tratadistas de política; c) autores de temática religiosa, muy numerosos, d) dedicados a ciencias de la naturaleza, y por último e) compiladores de las abundantísimas misceláneas que en la época tuvieron tanto éxito. Este esquema queremos completarlo con un segundo que analizara la división desde una perspectiva formal de las obras, distinguiendo 1) los tratados –ya sean o no normativos-, organizados linealmente, 2) de las digresiones con estructura envolvente, más caótica, 3) y de las recopilaciones de asuntos diversos, bien científicos, bien anecdóticos, en las que apenas se pretende una ilación temática. Todas estas fórmulas, vinculadas entre sí por el mismo espíritu, participarán como fuentes en nuestro trabajo, aunque éste se centre sobre todo en el estudio de los escritores-filólogos que Sobejano distinguía en primer lugar y en cuanto a la forma, en el género de los tratados. Para los dos autores, las cuestiones filológicas son las que más pesan en el conjunto, -aunque muchos otros aspectos del saber de su tiempo tienen cabida en sendos Discursos, en especial la historia- pues como buenos representantes del humanismo, se centran en esta ciencia que fue la más considerada en nuestro Renacimiento (Menéndez Pelayo recogió ya más de doscientos títulos de filología latina escritos en el Siglo de Oro). Pretendemos con estas páginas aportar a la labor tan necesaria que requería Alcina, una visión que enmarque las obras de Baltasar de Céspedes y de su imitador en el contexto intelectual de su tiempo, tomando estos dos Discursos de las Letras Humanas como guía para plantear ciertos conceptos esenciales del humanismo y tratar la evolución de este sistema hasta su integración en los primeros síntomas del Barroco. Pensamos que sendas obras pueden iluminar el desarrollo de los contenidos en la prosa ensayística del humanismo español, y, ante todo, sobre la importante base teórica y erudita que fundamenta la literatura del Siglo de Oro. Son dos los motivos angulares que nos llevaron a recoger el Discurso de las Letras Humanas de Céspedes como base sobre la que analizar el panorama cultural de este periodo del humanismo: primero, la obra se constituye como un resumen de toda la erudición que debe poseer el humanista de su tiempo, ofreciendo así un panorama racionalizado y completo, tanto de la materia de estudio como de las funciones y tareas que el profesional debe desempeñar. En segundo lugar, el tratado está compuesto en una fecha clave para la cultura española, justo en el punto de transición entre dos siglos (1600), años de enorme influencia de las doctrinas humanistas en el mundo literario; incluso, según la opinión de Parker, el humanismo propiamente español es, por excelencia, el humanismo postrenacentista de España: “Hubo, muy especialmente en el siglo XVII, un humanismo español, es decir, diferencialmente español, muy distinto, en su conjunto, del humanismo de otras naciones.”. Para Martínez Arancón, el hecho de que se haya negado la existencia del Renacimiento español se debe precisamente a que el bullidero literario y cultural del primer Siglo de Oro no permitió que se sedimentase la labor del humanismo, lo que sí ocurrió en el XVII, cuando se llegó a tomar realmente conciencia de lo que significaba y de la amplitud de su campo. Baltasar de Céspedes se encuentra justo en la frontera que ha de permitirle esta visión generalizadora y consciente. En tercer lugar el enorme bagaje de autoridades que proporciona Céspedes, conociendo la naturaleza erudita del escritor y su vinculación profesional con la universidad salmantina, ha de ofrecernos garantías más que suficientes para poder confiar en la representatividad de su visión. Por fin, la obra de Toledo y del Águila, que, como se ha dicho, complementa el Discurso del maestro, añade un aspecto de gran interés. Al estar elaborado como un tratado de educación del príncipe, vincula los temas humanísticos con cuestiones pedagógica y políticas, ciencias que fueron fundamentales en el pensamiento humanista. De hecho, los historiadores de la política representan el grupo más numeroso de estudiosos, después de los historiadores de la literatura, que han contribuido al estudio del humanismo. De esta manera, comparando los dos discursos se aúnan las dos de las preocupaciones más importantes del humanismos: la filología y el afán pedagógico de extender el mundo de las letras, especialmente entre las clases sociales privilegiadas. El método con que se ha elaborado el trabajo pretende definir las dos obras en su contexto humanístico, comprobando principalmente la participación de las corrientes italiana y centroeuropea, así como las aportaciones con el humanismo español contribuyó a la formación de la teoría erudita. Por ello, hemos preferido comenzar planteando la situación a la que la corriente humanística había llegado en la segunda mitad del siglo XVI en España y los complejos debates conceptuales que se presentan en tales fechas. También por esta causa, en ningún momento se ha abandonado el estudio de las fuentes teóricas ni de los textos que en su tiempo expresaron conceptos similares, planteando la investigación desde una perspectiva comparativista que permita observar la singularidad de ambos tratados frente a la ideología del humanismo europeo y dentro del ámbito español. Deseo expresar calurosamente mi agradecimiento a todos cuantos han colaborado en esta investigación, contribuyendo a que el trabajo que ahora se presenta haya llegado a término: los profesores Alberto Blecua, Domingo Ynduráin y Ricardo Senabre, grandes maestros del humanismo; Pastore Stochi y Carlos Romero, fieles guías durante mi andadura italiana, y Christian Wentzlaff, amable anfitrión de largas estancias en Colonia. Agradecimiento también para mis compañeros del Departamento de Literatura Española, a quienes no reparé en consultar. A los profesores Klaus Wagner, Luis Gómez Canseco, José María Rico y Alejandro Camacho, que atendieron con paciencia mis preguntas. Gracias también a los becarios de investigación del Departamento de Filología Clásica, a cuya biblioteca he acudido en repetidas ocasiones en busca de consejo, y a Juan Martos, profesor de griego, que una y otra vez me salvó de dudas y corrigió citas. Muy reconocida quedo a las archiveras M. Victoria Bouzas, Socorro Vidal y Ana Duplá del Moral, y a los historiadores Luis Miguel Enciso y Carlos Seco Serrano, guías fundamentales en mis investigaciones sobre Antonio de Toledo, así como a Don Gregorio de Andrés, que me permitió el acceso a la Biblioteca de la Casa de Velada y me aconsejó amablemente. Conté además con la siempre dispuesta colaboración de Rocío Caracuel, directora de la Biblioteca Universitaria de Sevilla. Mi cariñoso agradecimiento llegue también al profesor Francisco Presedo, insigne conocedor de jeroglíficos, que salvó un incómodo locus corruptus, por sus inestimables lecciones. Y a mi traductor de alemán, Helmut Fricke, sin cuya colaboración se hubiera convertido en muy penosa la tarea de leer los textos germánicos. Finalmente, quede manifiesta mi gratitud más sincera para con el profesor Rogelio Reyes Cano, directo de este trabajo, guía siempre dispuesta a aleccionarme, paciente oidor de mis problemas y caluroso consejero, en quien he encontrado valiosísimo apoyo.es
dc.formatapplication/pdfes
dc.language.isospaes
dc.rightsAttribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 Internacional*
dc.rights.urihttp://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/*
dc.subjectAnálisis literarioes
dc.subjectCiencias de las Artes y las Letrases
dc.subjectTeoría análisis y crítica literarioses
dc.titleTeoría y práctica del humanismo español a fines del renacimiento: Los discursos de las letras humanas de Baltasar de Céspedes y Antonio de Toledoes
dc.typeinfo:eu-repo/semantics/doctoralThesises
dcterms.identifierhttps://ror.org/03yxnpp24
dc.type.versioninfo:eu-repo/semantics/publishedVersiones
dc.rights.accessRightsinfo:eu-repo/semantics/openAccesses
dc.contributor.affiliationUniversidad de Sevilla. Departamento de Literatura Española e Hispanoamericanaes
idus.format.extent1001 p.es
dc.identifier.sisius6010295es

FicherosTamañoFormatoVerDescripción
TD3-22.pdf27.81MbIcon   [PDF] Ver/Abrir   TOMO 1
TD3-23.pdf14.97MbIcon   [PDF] Ver/Abrir   TOMO 2

Este registro aparece en las siguientes colecciones

Mostrar el registro sencillo del ítem

Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 Internacional
Excepto si se señala otra cosa, la licencia del ítem se describe como: Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 Internacional