Resumen | La atmósfera como concepto no es nuevo. Recurrimos a éste para
referirnos a situaciones un tanto difusas, ambiguas, situaciones de
difícil descripción de índole cotidiana y de uso coloquial (atmósfera
agradable, tensa ...
La atmósfera como concepto no es nuevo. Recurrimos a éste para
referirnos a situaciones un tanto difusas, ambiguas, situaciones de
difícil descripción de índole cotidiana y de uso coloquial (atmósfera
agradable, tensa o erótica) aplicándose a personas, espacios y
naturalezas en discursos de muchos y diferentes calados: políticos,
estéticos, personales, relaciones interpersonales…
Asimismo, se ha hecho uso del término de forma asidua en ambientes
estéticos relativos al arte y a la arquitectura. Inicialmente
muy amparado por el concepto de aura de Walter Benjamin, o en el
de empatía que desarrollaría extensamente Schmarsow. Pero sería
Böhme quien recuperaría el concepto de atmósfera (‘atmosphäre’)
de la fenomenología de Hermann Schmitz para la redefinición de
la estética, entendiéndola como ese ámbito espacial, portador de
emociones, que constituye el medio en el que se relacionan las
cualidades medioambientales y los estados anímicos humanos en
todo momento. Se trataría de una estética esencialmente espacial,
en la que el cuerpo ocupa una posición prioritaria como lugar del
intercambio sujeto-entorno, en el que la experiencia deviene en
fenómeno corporal sinestésico.
La atmósfera nos hablaría, por tanto, de ambientes arquitectónicos
en las que la materialidad, o la consciencia de materialidad, pasan
a un segundo plano para que el protagonismo del espacio lo recupere
el visitante-espectador a través de sus experiencias y acciones,
las interacciones y las sensaciones que experimentan. Los espacios
atmosféricos se presentarían como realidades en las que la envoltura
física de los espacios se desvanece en beneficio del fenómeno,
configurándose en mera información, una sucesión de efectos que
una vez manipulados transmiten sensaciones al visitante-espectador.
La materialidad es entendida como diálogo volátil con el sujeto,
trascendiendo de su condición objetual o matérica en búsqueda de
lo etéreo a través de la combinación de efectos sensoriales.
La atmósfera haría del aire su material de trabajo, y su objetivo
A T M ó S F E R A S
sería la reconquista del espacio como campo de trabajo para la arquitectura,
emulando cualidades mediante la generación de efectos
para la creación de espectáculos espaciales con los que alcanzar
un estado de empatía entre sujeto y espacio, por el que surge un
diálogo fenomenológico entre ambos donde habría cabida para la
subjetividad.
La atmósfera se nos desplegaría fundamentalmente desde cinco
enfoques diferentes, como los cinco factores de Vitruvio, con los
que descubriremos las razones por las se nos aparece de forma
transparente, homogénea, fragmentada, fluida y relativa.
La atmósfera tendería a lo inmaterial, a lo transparente. Rehuiría
de lo monumental, de lo univoco y totalitario, presentando estructuras
fragmentadas. Sería ubicua y de relaciones basadas en la homogeneidad.
Estaría ligada al movimiento y no presentaría barreras
a la fluidez. Sus estructuras rehuirían de lo fijo o lo absoluto, para
disfrutar de una condición relativa en cuanto a su escala, forma o
programa.
La atmósfera vendría estimulada desde el avance imparable de las
nuevas tecnologías y mass media, que no solo nos auxilian en las labores
diarias si no que están haciendo mutar radicalmente nuestras
formas de vida y de relacionarnos socialmente, así como nuestra
manera de pensar, de procesar y producir en general, pero también
a la hora de proyectar arquitectura.
Estamos inmersos en atmósferas, entremezclándonos con ellas, impregnándonos
en ellas, nos moveríamos a través de ellas, un contexto
etéreo y abstracto en el que el hombre como protagonista
habita, explora, comparte y experimenta un espacio arquitectónico
que llamamos atmósfera; y que, como ésta, comparte un altísimo
grado de inmaterialidad y apariencia etérea. En definitiva, espacios
que podrían ser definidos como aire cualificado por fenómenos
generados desde efectos sensuales de propiedades intensivas.
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