Abstract | La fisiognómica adquirió en el Barroco el sentido de un arte de descifrar los lenguajes
del cuerpo, ocultos tras el disimulo y la apariencia (Caro Baroja, 1988). La dualidad clásica
entre el reino del alma y el territorio ...
La fisiognómica adquirió en el Barroco el sentido de un arte de descifrar los lenguajes
del cuerpo, ocultos tras el disimulo y la apariencia (Caro Baroja, 1988). La dualidad clásica
entre el reino del alma y el territorio del cuerpo se redimensionó desde el momento que el
sujeto debía desenvolverse en un mundo concebido como teatro, espacio no real o artificio
construido.
Es el contexto de las conferencias de Charles Le Brun sobre la expresión de las
pasiones que empiezan a tratarse como una anatomía, reconocible y domesticable,
(Courtine, 2005: 297; Sabatier, 1997) pero también el de la vida como sueño, natura lapsa,
de la escuela neoescolástica española (Vericat, 1992: 101-113).
El plano de las formas rituales no es ajeno a esta mutación profunda en la sensibilidad
sobre el cuerpo y sus expresiones. Los ancestrales ritos de gestualidad dominante, que
evocan el orden del universo, dan paso a representaciones estereotipadas, creadas a partir
de las reglas del decoro, cuya legibilidad está al alcance de los entendidos.
La máscara o mascarada pública fue la fórmula ritual de más éxito en la España del
Siglo de Oro. Un desfile o cabalgata que alegraba las calles de la ciudad en homenaje al rey
o a los héroes de la Iglesia. De ella vamos a hablar en estas páginas. De sus raíces
populares, de su adaptación a las exigencias de los acontecimientos históricos y de su
codificación durante el barroco en una fórmula segmentada (lo serio y lo burlesco) que
cumplía funciones de afirmación corporativa y de pedagogía pública (García Bernal, 1996:
31-47).
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