Abstract | La tesis estudia cuatro casos de arquitecturas residenciales que, como consecuencia de los nuevos
requerimientos sociales, en una situación de fluidez social, y de las necesidades reales y cambiantes de
las nuevas familias ...
La tesis estudia cuatro casos de arquitecturas residenciales que, como consecuencia de los nuevos
requerimientos sociales, en una situación de fluidez social, y de las necesidades reales y cambiantes de
las nuevas familias o grupos de convivencia que en ellas residen, son modificadas, alteradas o
transformadas por sus habitantes. Se estudia la capacidad de estas viviendas para responder a estas
nuevas solicitudes y si están respondiendo o no; si tienen la suficiente flexibilidad en su configuración
para adaptarse a estas solicitudes domésticas.
Los cinco proyectos son: el edificio de viviendas en calle Galera en Sevilla (Aurelio Gómez Millán,
1934-35); las viviendas sociales Nemauus en Nimes (Jean Nouvel, 1987-94); las viviendas
experimentales en la Cité Manifeste en Mulhouse (Duncan Lewis_Scape Architecture y Block Architecs,
y por último, se incluye la única que inicialmente no fue ideada para residencial pero o terminó siendo, la
Torre de Montaigne que se estudia junto a la propuesta presentada en su día al concurso de viviendas
en el barrio de Santa Catalina en Medina Sidonia (Antonio Á. Haro y Enrique Larive, 2003).
Se analizan los cuatro proyectos seleccionados, averiguando sus intenciones iniciales, y se explican y
dibujan, por un lado, las ocupaciones y utilizaciones que de ella hacen los moradores, y por otro, las
transformaciones introducidas a lo largo de los años por lo residentes. Con el objetivo de comprobar y
verificar si estas son los suficientemente flexible y adaptables a los deseos, anhelos y sueños de las
personas que las ocupan.
Del estudio realizado en esta tesis de estos proyectos, de estas viviendas y del uso que de ellas han ello
sus habitantes parece evidente que los arquitectos no prevén los usos y resultados posteriores que se
desarrollan en las mismas, o no totalmente, y eso está bien; quizás los arquitectos sólo deban entender
la casa como un espacio de vida, y se deban limitar a dar las bases, las pautas iniciales de cómo ser
habitadas, nunca leyes ni obligaciones univocas, y entender que ellos no son los protagonistas
centrales, sino el habitante; y ofrecer por el contrario, un soporte lo suficientemente generoso, flexible y
abierto para que los habitantes desarrollen sus vidas, y tan sólo se les oriente en el desarrollo de las
mismas. Es necesario que estos puedan incorporar su personalidad a las viviendas, que añadan sus
cosas, muebles, enseres y afectos, dentro los espacios más personales de sus viviendas.
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