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Tesis Doctoral

dc.contributor.advisorUtrera Macías, Rafaeles
dc.creatorBarrientos Bueno, Mónicaes
dc.date.accessioned2014-11-27T11:40:49Z
dc.date.available2014-11-27T11:40:49Z
dc.date.issued2004es
dc.identifier.citationBarrientos Bueno, M. (2004). El primitivo cinematógrafo de Sevilla (1896-1906) a través de los programas de mano y prensa local. (Tesis Doctoral Inédita). Universidad de Sevilla, Sevilla.
dc.identifier.urihttp://hdl.handle.net/11441/14976
dc.description.abstractEl marco cronológico en el que el cine nace y se desarrolla (en él se inscribe esta investigación), está marcado por profundos cambios sociales: se producen grandes movimientos migratorios tanto intercontinentales (inmigrantes europeos llegados a Estados Unidos) como interurbanos (las grandes ciudades empiezan a crecer de forma desmesurada), aumenta la población trabajadora (por la industrialización y la incorporación de la mujer), están muy acentuadas las desigualdades y aparece una nueva clase social, la pequeña burguesía, vinculada al creciente sector de servicios. La vida nocturna adquirió mayor desarrollo gracias a la implantación del alumbrado; en este sentido, la atención se centró en los cafés-concierto y en los espectáculos de variedades. Uno de los preferidos era el circo; muestra de ello fue la construcción de edificios especiales para sus representaciones. El deporte se consolidó como fórmula ociosa, dando lugar a nuevas aficiones, entre ellas las carreras de coches o bicicletas. Las competiciones hípicas estaban en pleno auge y se impusieron nuevas modalidades deportivas como el alpinismo, el tenis, el golf o el fútbol. El concepto de ocio cambió de forma radical durante parte del siglo XIX. Ocioso era una forma de calificar a quienes podían disfrutar de él; se convirtió en la aspiración máxima de cualquier individuo por cuanto suponía prescindir del trabajo como fuente directa de ingresos. Así, el ser ocioso se traducía en una serie de actitudes y signos externos que serían transmitidos por herencia o por medio de la fortuna personal. El ocio se aparentaba más que se disfrutaba y ello se hacía patente en la sociedad española del XIX a través de varios factores: el trabajo digno no abundaba, las fortunas escaseaban y el aparentar formaba parte de la idiosincrasia española. Así, lo que existía era una estructuración bipolar de la población: la ociosa frente a la trabajadora. Las diversiones eran distintas en función del estamento al que se pertenecía. La clase alta prefería asistir al teatro lírico, al vodevil, a bailes o ir de visita, viajar, bañarse, jugar en los casinos y veranear. Por el contrario, la clase media se divertía en las tertulias y los cafés (donde charla y juega a las cartas) y los jóvenes preferían los bailes al aire libre, las paradas militares y los paseos por áreas urbanas. El pueblo disfrutaba en las verbenas, se reunía en los patios de vecinos y paseaba. El cine, nacido a finales del siglo XIX, vive en sus primeros tiempos al abrigo de los espectáculos finiseculares (teatro, zarzuela, varietés, ...) y, por ello, sufre los cambios producidos en la evolución de éstos tal como la implantación del “teatro por horas”. La aparición e implantación del cine no desorganiza el ocio, se integra en los ritmos del entretenimiento precinematográfico. Entre los espectadores que ocupan una platea de entresuelo sin entrada y aquéllos que han adquirido una localidad de paraíso, caben variadas categorías sociales en función de su capacidad económica. Ello apunta al fenómeno interclasista de la mayoría de los espectáculos españoles finiseculares. En el teatro, la división bipolar de la sociedad en función del ocio, ya señalada, se plasma en la existencia de diferentes tipos de locales y programaciones en un mismo espacio según el público. Y es que no hay que obviar el hecho de que el cine, en estos momentos, puede ser considerado como un espectáculo de clase, en donde las referencias a lo selecto o culto de la exhibición es un factor recurrente en los programas de mano. E, incluso, además de incidir en lo culto del mismo, se resalta su interés para toda la sociedad, sin importar el estrato social al que se pertenezca. El cine nació con vocación de espectáculo: para asistir había que abonar una entrada. Ya desde la primera sesión pública del cinematógrafo están presentes, a modo de germen, los factores que lo caracterizarán: está abierto a la gente, es decir, cualquiera puede ser espectador, su recepción suele ser colectiva y en poco tiempo se convierte en un negocio rentable. La limitación espacial, Sevilla, y temporal, 1896-1906, de esta investigación sobre el primitivo cinematógrafo viene determinada por la naturaleza de una de las fuentes de información empleadas: la colección de programas de mano de la Hemeroteca Municipal hispalense; el abarcar la citada década ha determinado de igual forma el estudio de la prensa, buscando el contraste y complemento de ambas fuentes documentales.es
dc.formatapplication/pdfes
dc.language.isospaes
dc.rightsAtribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 España
dc.rights.urihttp://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/
dc.subjectCinees
dc.subjectEspañaes
dc.subjectSevillaes
dc.titleEl primitivo cinematógrafo de Sevilla (1896-1906) a través de los programas de mano y prensa locales
dc.typeinfo:eu-repo/semantics/doctoralThesises
dc.rights.accessRightsinfo:eu-repo/semantics/openAccess
dc.contributor.affiliationUniversidad de Sevilla. Departamento de Comunicación Audiovisual, Publicidad y Literaturaes
dc.identifier.idushttps://idus.us.es/xmlui/handle/11441/14976

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