Resumen | En este trabajo de investigación y a través de la biografía de un personaje, se
pretende analizar una serie de cuestiones que afectaban en la primera mitad
del s. XIX a lo que se llamó “disciplina eclesiástica”. Con este ...
En este trabajo de investigación y a través de la biografía de un personaje, se
pretende analizar una serie de cuestiones que afectaban en la primera mitad
del s. XIX a lo que se llamó “disciplina eclesiástica”. Con este nombre se
designaba el conjunto de temas de la organización de la Iglesia que de alguna
forma tenían una relación directa con el gobierno de la nación.
Valentín Ortigosa, nació en un pueblo de la provincia de Málaga en 1784,
estudió en la Universidad de Osuna, y en 1803 emigró a México, donde
continúo sus estudios y fue ordenado sacerdote. Regresó a España en 1810 y
comenzó a escribir en la prensa. A partir de entonces su biografía refleja no
solo los acontecimientos que se suceden en España en esos años del s. XIX
en los que vivió, sino también los problemas que surgieron en las relaciones
entre Roma y el Gobierno de Madrid a medida que el régimen constitucional
se iba instaurando. Aunque no ocuparía nunca un cargo público relevante,
Ortigosa se movió en el círculo de Agustín Argüelles, José María de
Calatrava, Gómez Becerra o Manuel Cortina; gozó del favor de la reina
gobernadora María Cristina y sus opiniones políticas, en especial en lo
relacionado con la independencia de los países americanos, o sobre la
dotación del clero, encontraron cierto eco en la prensa progresista.
Fue presentado para ser obispo de Málaga en 1836, en un momento en el que
las relaciones entre la Corona de España y Roma estaban de hecho
suspendidas, motivo por el cual no se confirmó su designación, pero fue
nombrado vicario capitular y gobernador eclesiástico de Málaga, lo que le
permitió regentar esta Diócesis sin haber sido consagrado obispo. Esta
situación, que se dio también en otras diócesis, en el caso de Ortigosa cobró
una especial relevancia porque el Cabildo Catedral del Málaga denunció
algunas de sus actuaciones ante el Tribunal Metropolitano hispalense. Se
entabló entonces un pleito que acabó en un recurso de fuerza ante la
Audiencia de Sevilla cuya ejecución no fue fácil y acabó dando lugar a la
ruptura de la relación con la Santa Sede con el cierre de la Nunciatura de
Madrid, tras la llegada al poder de Espartero en 1840. Una alocución del
papa Gregorio XVI en marzo de 1841 lamentando la situación de la Iglesia
en España, en la que se refirió a Ortigosa, hizo la situación especialmente
tensa.
Las repercusiones de esta causa son estudiadas con detenimiento en el
trabajo. De un lado desde el punto de vista jurídico, civil y canónico, a través
de los informes de los fiscales que intervinieron, los documentos que dieron
lugar a las denuncias y los del archivo de Manuel Cortina, que fue el abogado
de Ortigosa en este pleito; y de otro desde la óptica política que se ha
realizado con el análisis de los debates sobre este caso que tuvieron lugar en
el Congreso de los Diputados en 1839 y recurriendo a la prensa que no dejó
de dar noticias sobre la causa. Además, la consulta de los documentos del
Archivo de la Sagrada Congregación de Asuntos Eclesiásticos
Extraordinarios ha permitido analizar también la perspectiva que del caso de
Ortigosa y de otros obispos presentados y no consagrados, los llamados
“intrusos”, tenía la Santa Sede. La notoriedad que alcanzó Ortigosa en estos
años contrasta con el olvido de su nombre que se observa desde que, tras un
breve periodo como senador, desapareció de la vida pública, aunque todavía
su nombramiento como deán de las catedrales de Sevilla y Valencia tras la
firma del Concordato en 1851 y la noticia de su muerte, en noviembre de
1856, fueron recogidas en la prensa.
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