dc.description.abstract | tecnológicos y la disponibilidad energética, impulsados a partir de la Revolución Industrial, propició cambios en
la producción y el consumo (Requejo Liberal, 2017) que han determinado modos de vida incompatibles con la
capacidad de reposición de los ecosistemas y con una convivencia armónica entre sus habitantes. Tras un siglo
bajo esta lógica, la alteración de las dinámicas bofísicas del planeta y las grandes inequidades sociales acusan una
situación crítica a nivel global que llama a pensar en la necesidad de una transición hacia un modelo más equilibrado,
capaz de respetar los límites naturales del planeta y tender hacia una distribución más equitativa de los recursos, en
pos de garantizar una vida digna a todos los seres que en él coexisten, en esta generación y las venideras.
La distancia que las formas de habitar tomaron respecto de las relaciones estrechas y primitivas con la naturaleza,
se tradujeron en un avance progresivo de la urbanización a nivel global. A su vez, la tecnificación, el aumento
de las comunicaciones y la generalización de un modelo de liberalización económica, propiciaron una tendencia
concentradora de recursos y personas en torno a los principales núcleos urbanos (De Mattos, 2010). Crecimiento
que se traduce espacialmente en la expansión descontrolada de estas áreas, bajo lógicas que niegan todo telurismo
(Consejo-Nocturno, 2018) y herencia cultural, colonizando territorios con criterios uniformes y globalizados que se
inmiscuen en todo tipo de relación personal, productiva y espacial. Cuando lo natural, lo local y la comunidad han
logrado ser desplazadas es cuando, finalmente, se consolida la metrópoli, un mecanismo que crece y se reproduce
de manera autónoma, en la que los vínculos se tejen a escala planetaria.
El peso relativo de estos espacios respecto de otros territorios los convierte en centros decisionales (Panadero
Moya, 2001), de los que depende, directamente o indirectamente, el destino del planeta. Sin embargo, la gestión
de las metropolis se ve dificultada y limitada por la complejidad propia de su estructura y la fragmentación política,
producto de abarcar dentro de un mismo aglomerado a más de una jurisdicción (DAMI, 2015). Ante esto, pensar
la gobernanza de estas áreas se vuelve pertinente frente al reto de lograr implementar políticas públicas de alcance
metropolitano, capaces de dar respuesta a los conflictos y desafíos de estos tiempos. | es |