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Tesis Doctoral

dc.contributor.advisorJiménez Martín, Alfonsoes
dc.creatorPinto Puerto, Francisco Sebastiánes
dc.date.accessioned2018-02-09T08:12:52Z
dc.date.available2018-02-09T08:12:52Z
dc.date.issued1998-11-13
dc.identifier.citationPinto Puerto, F. (1998). Las esferas pétreas. Análisis de las soluciones del arte de la montera en la Provincia de Cádiz durante el Siglo XVI. (Tesis Doctoral Inédita). Universidad de Sevilla, Sevilla.
dc.identifier.urihttps://hdl.handle.net/11441/70149
dc.description.abstractA partir de esta catálogo, que posteriormente he ido completando a medida que construía el argumento de esta Tesis, se propone un ejercicio analítico sobre la arquitectura del siglo XVI dentro de un determinado ámbito territorial, estableciendo y estructurando las relaciones entre las variantes de la corriente cultural general “Renacimiento” y sus variables locales. Es decir, nuestro objetivo es el de confrontar los datos generales sobre el “fenómeno del Renacimiento” con la producción edilicia del marco local, a través de una exhaustiva revisión de un determinado elemento arquitectónico., las cubriciones pétreas. La intención es llenar, o al menos aportar sentido, significado y estructura a las numerosas lagunas existentes en la lectura de las formas abovedadas de nuestro contexto. Para ello proponemos una comprobación desde el propio proceso proyectivo, que va desde su ideación en relación a un momento, lugar e intenciones, pasando por el trazado o control gráfico de la forma resultante, hasta llegar a su materialización. Con ello, pretendemos superar una valoración que tradicionalmente encontramos vinculada a lo estilístico, eliminado etiquetas y convenciones terminológicas. Sobre este extremo se habían alzado algunas voces, que reclamaban una visión más arquitectónica, basada en levantamiento de planos con unos criterios analíticos, y no como simples manifestaciones de aspectos estilísticos. Como respuesta a esto habían surgido trabajos como los de José Carlos Palacios o Enrique Nuere en lo referente a las técnicas, o Castro Villalba en relación a las fuentes. El resultado es un enriquecimiento de la lectura historiográfica de la producción arquitectónica, que en determinados focos de producción ya han dado buenos frutos. Es el caso del extenso, intenso y ambicioso trabajo de Gutiérrez Cortínez sobre la arquitectura renacentista en la Diócesis de Cartagena. Nuevas referencias y nuevos vínculos se plasman en publicaciones como Arquitectura, economía e iglesia en el siglo XVI, de esta última investigadora, o las aproximaciones al concepto y relación entre espacio y materia puestas sobre la mesa por Antonio Ampliato en su Muro, orden y espacio en la arquitectura del renacimiento andaluz. Para comenzar este nuevo camino contamos también con algunos modelos analíticos sobre elementos constructivos que aún siendo escasos, ofrecen importantes referencias. En estos últimos años se están produciendo nuevas vías de investigación que ponen en valor y relación la producción edilicia de este período con otros aspectos como las socioeconómicas, funcionales, y espaciales, aunque con líneas de trabajo muy dispersas y experimentales, generalmente materializadas en forma de ensayos que surgen desde o tras disciplinas y que se incorporan día a día a la investigación histórica. Buen ejemplo de ello lo tenemos en los recientes congresos y textos sobre Historia de la construcción medieval de Antonio Castro Villalba, o la revisión que sobre la construcción de la arquitectura realiza Ignacio Paricio, donde los parámetros temporales están muy presentes. Es decir existe una cada vez más creciente aportación de técnicos, artesanos y artífices, a la compresión de todas aquellas cuestiones relacionadas con sus disciplinas, ampliando así el mundo de referencias útiles para la historiografía. La ciencia del corte de la piedra, como caso concreto, refleja esta situación. Hoy día no es más que un confuso conjunto de labores artesanales cuya tradición está prácticamente perdida. Quedan solo algunos oficios que, al ser herencia de estas épocas, mantiene algunas técnicas en uso. Me refiero a los canteros, imagineros y entalladores, carpinteros y albañiles, que son las manos que materializan las ideas a través de un saber e ingenio ya casi perdido. Uno de los reductos en los que han quedado almacenados estos saberes son los tratados y manuscritos de arquitectos de ese momento. Son muchos los textos con contenido técnico que necesitan del saber de cada uno de nuestros oficios para llegar a interpretarlos, en toda su extensión, reclamando la participación de la geometría proyectiva, el análisis de las formas y la teoría de la arquitectura. En esta dirección apuntan los trabajos de J.C. Palacios o los más recientes de Enrique Rabasa sobre los abovedamientos nervados recogidos en la tratadística del siglo XVI. Por mi parte, la colaboración que he podido realizar como miembro de un grupo de investigación sobre el “manuscrito e importantes de nuestro renacimiento, me dio la oportunidad de entrar en un campo de debate y confrotanción de ideas del máximo interés, del que es deudor esta Tesis, hasta tal medida, que a veces podemos estar apropiándonos de algunas reflexiones allí surgidas por lo que pedimos excusas de antemano. Mi trabajo en este equipo consistía en el análisis de las hojas de este manuscrito dedicadas a la cantería, que recogemos dentro de nuestro trabajo, como parte de los estudios complementarios. No menos importante e interesante que la interpretación y recuperación de estos documentos, es la comparación y análisis con la herencia que aún nos queda. El acercaros al objeto construido e intentar interpretarlo desde las coordenadas constructivas y formales puede aportar datos fiables como los documentos literarios. La lectura de la estereotomía de nuestras construcciones pétreas es todavía una asignatura pendiente, que no solo aporta contenido al campo de la investigación, sino también al de la intervención sobre nuestro patrimonio. Vía en la que situamos nuestro trabajo, marcándonos como objetivo un enfoque ordenado y sistemático con el que valorar los elementos constructivos y compositivos, más allá de su simple apariencia ornamental. Citando literalmente a Víctor Nieto, cuando se refiere al momento de renovación formal producido en el renacimiento: lejos de ser un mero revestimiento ornamental, desempeña una función que trasciende los límites de lo decorativo. A través de él, se sublima en una imagen visual ostensible y concentrada, la idea que comporta el edificio mismo. Porque además, estructura y decoración no son elementos antitéticos, sino componentes de un mismo lenguaje en el que los elementos constructivos con frecuencia, asumen, a su vez, una misma “apariencia” ornamental. Esta es la dirección y sentido que nos planteamos, procediendo de forma coherente con nuestra formación como arquitectos; como técnicos y, en parte, artificies del hecho arquitectónico. Por lo tanto, la aportación que se pretende realizar no será sola y exclusivamente una reafirmación o crítica de una serie de datos historiográficos con otras nuevas, sino a través de la observación de su propia lógica proyectual y constructiva de los modelos analizados, utilizando como instrumento básico de trabajo el medio gráfico. Al final de las exposiciones realizadas en cada uno de los capítulos anteriores se dican algunos párrafos a concluir sobre lo expuesto, estableciendo, a su vez, un vínculo con el bloque argumental siguiente. Por esta razón, no nos extenderemos en este capítulo repitiendo lo ya expresado. En el presente apartado intentaremos hilar un conjunto de relaciones entre las ya de por sí entrelazada trama de acontecimiento que hemos venido relatando, y que ahora pretendemos estructuras en tres líneas distintas. En la primera se plantean una serie de conclusiones sobre el concepto de estilo, y su validez para explicar la realidad construida, lo que, viene demostrando en el propio desarrollo de este trabajo. en la segunda, las reflexiones irán encaminadas a la posibilidad, necesidad y utilidad de definir el tipo o los tipos de bóvedas propios del entorno analizado, es decir, si existe una estructura convencional con un número determinado de invariantes diferenciales del resto de la producción nacional, o es la simple aplicación sistemática de un modelo exportado. Por último, y no menos importante, la valoración de los sistemas y medios de control de todo el proceso de creación de la forma arquitectónica que nos ofrece el análisis de los abovedamientos, y su coherencia con el fin último, la creación del espacio arquitectónico moderno. La definición de un estilo en función de unos valores y convenciones estrictamente formales se pone en evidencia a través de este análisis. La propia definición del objeto queda sin argumentos en el momento que nos paramos a observarlo, y a cuestionarnos si es válido etiquetarlo solo y exclusivamente a través de la formalización de sus componentes visuales. El caso más significativo, quizás por ocupar un lugar de transición, lo encontramos en las bóvedas que recogimos en nuestro primeros capítulos. De su definición estilística no diferenciamos apenas ninguna diferencia respecto a otras del ámbito nacional, agrupándolas con la recurrente etiqueta de “bóvedas de terceletes y combados”, dentro de la cual caben infinidad de posibilidades. Sin embargo, de su observación directa comienzan a surgir una serie de variables respecto a esta estructura general “bóvedas de terceletes y combados”, que difícilmente son coherentes a la lógica constructiva, medios de control, recursos materiales propios de este etiquetado. En efecto, el despiece en hiladas redondas, y la apropiación progresiva de los arcos de medio punto para la definición de los nervios son dos instrumentalizaciones que al unísono producen esferas, y por lo tanto superficies. La perdida de identidad de la línea, como argumento, instrumento y forma propias de la arquitectura gótica, va a permitir el alza de las esferas como superficies básicas, para que una vez dominadas permitan toda una completa declinación de nuevas formas, en las que pueden entrar de lleno la concepción del espacio y sus superficies límites, propias del mundo antiguo. Y todo ello sin perder las formas, sin dejar de aplicarse la etiqueta de “bóvedas góticas de terceletes y combados”. Por otro lado, el importante número de ejemplos existentes que recogen estas variables, en un ámbito territorial tan concreto como el que hemos seleccionado, y la ausencia de modelos parecidos fuera del mismo, plantea dos cuestiones básicas del máximo interés: la formación de un foco local de experimentación, y la existencia consciente de una desarticulación del lenguaje heredado “a lo moderno”. Desarticulación que tiene como objetivo transformar substancialmente la apariencia del objeto en uno nuevo, sin que por ello tengamos que deshacer todo el tejido productivo que permite materializarlo. El responsable de este proceso debe ser alguien presente en cada una de las fábricas, y con un cargo capaz de unir esfuerzos a favor de una misma causa. Esa figura parece ser Diego de Riaño, personaje del máximo interés de cuya singladura tenemos noticias a través del trabajo de A. Morales. Por encima de este y otros maestros mayores, maestros de fábricas, etc., subyace un unitario y homogéneo programa de actuación sobre las fábricas bajo la jurisdicción del arzobispado. En él, se recoge la necesidad de cerrar rápida y eficazmente las innumerables edificaciones comenzadas con el siglo, para lo cual este tipo de abovedamiento es idóneo. Lo que antes cubrían dos tramos rectangulares, de construcción asimétrica y compleja, ahora se resuelve con un solo tramo, reduciendo estribos sin mermar la presencia de las tan rentables capillas fundacionales, que ahora quedan agrupadas dos a dos por tramo. La relación causa efecto es difícil de establecer, y quizás entráramos con ello en un debate innecesario. Lo realmente importante es la consecuencia que de esta experiencia se detrae, y que no es otra que el comienzo de un proceso de apropiación de la superficie de las bóvedas, liminar en principio, tectónico después, en el que podemos leer una inconsciente aproximación a la lógica compositiva y formal del mundo “clásico”. Como consecuencia de estos cambios es necesario contar con los mecanismos de control tanto de la forma como del proceso constructivo, poniendo a prueba la capacidad de la “geometría fabrorum”, que lejos de desaparecer, se enriquece con las nuevas aportaciones de otras disciplinas con rango de ciencias, entrando de lleno en el devenir de ideas propio del pensamiento humanista. Los cambios en arquitectura son lentos, esto no es nuevo, ya que se arrastra todo un tejido productivo proclive a conservar los conocimientos tradicionales, aprendidos con esfuerzo a lo largo de los años. En este punto encontramos especialmente interesante el trabajo de Rodríguez Estévez, quien nos ofrece los pormenores de este cambio de actitud, y en que medida afecta a la industria pétrea puesta en funcionamiento años antes. En cuanto a lo humano, la escasa formación científica demostrada por la base corporativa del oficio grava aún más el avance e instauración de las nuevas ideas, por lo que, los maestros mayores deben asumir con mayor intensidad el papel de verdaderos reformadores de todo el sistema. Pero para ello es necesario tiempo, mucho tiempo. Mientras, recurriendo a los sistemas habituales se va acostumbrando al oficio a las nuevas exigencias formales que la clientela demanda cada vez con más convencimiento. Así, constatábamos la aplicación de nuevas formas a las técnicas convencionales de ejecución de abovedamientos, creando una situación coherente a la antes argumentada. A través de la introducción de variables tecnológicas en las bóvedas tradicionales de factura gótica, obteníamos la experiencia necesaria para explicar la aparición en nuestro contexto de la primera cúpula esférica construida en piedra de todo el Renacimiento peninsular. Elemento que nos sirve de parámetro para medir la capacidad evolutiva de la estructura profesional presente en este contexto. A partir de entonces, se sucederán infinidad experiencia, desinhibidas ya de las formalizaciones góticas, pero pendientes aún de sus recursos tecnológicos, que todavía tardarán mucho tiempo en desaparecer, aspecto este que se constituye como elemento diferenciador de nuestro contexto territorial. En similar medida se va a producir el efecto contrario, la aportación de las técnicas tradicionales a las nuevas formas. En este caso el nervio lineal tomará especial valor, aunque no como línea orgánica, sino como trama racional, conmensurable. De las diagonales, terceletes y combados pasamos a las composiciones geométricas de figuras regulares. Es decir, las nuevas formas se apropian de la tradición y la hacen evolucionar, llevándolas a nuevos horizontes hasta entonces insospechados. En este caso no se trata de adaptar viejas fórmulas, sino de elegir formas dentro del nuevo repertorio al que Alberti daba un contenido semántico específico. Como consecuencia se puede hablar de la fijación de determinados “tipos” que van aportando sentido y dimensión a los nuevos espacios, evolucionando de elementos autónomos a elementos integrados en el continuo del espacio, al igual que lo pueda ser un plano mural o un orden arquitectónico. El tipo dominante parece responder a una figura de generación esférica, que se expone como uno de los fundamentos para la definición del espacio arquitectónico, como estructura básica sobre la que orquestar un repertorio simbólico, e incluso ser la representación material de determinados significados; la esfera celeste sobre una plante central, las bóvedas baídas y la direccionalidad del espacio, etc.. Es decir, como “tipo” podemos definir geometrías precisas; esfera, cilindro, cono, cuyas variaciones generan las más diversas y ricas formulaciones espaciales. Para llevar a cabo estos importantes cambios, el oficio necesitará de nuevos recursos, nuevas técnicas de control que permitan controlar de antemano el resultado final, desde su forma general a la de cada una de las dovelas que la constituyen. Para ello contamos con un contexto económico y cultural idóneo, donde queda demostrado el intercambio de conocimientos, recursos y técnicas, en lo que hemos venido a denominar “una gran plaza del mercado”. La renovación de la profesión, de las técnicas constructivas, de la economía de las fábricas adquiere un giro espectacular, y los resultados no tardarán en aparecer. Especialmente importante es la referencia a las fuentes comunes de la que emana el conocimiento, y como el oficio de la arquitectura va accediendo paulatinamente a ellas, tal como lo demuestran los documentos gráficos y literarios realizados por algunos de estos maestros. Como resultado final se puede obtener una compresión de lo acontecido en el siglo XVI, más allá de una simple transformación o revisión formal, llegando a demostrar la dependencia de la arquitectura respecto al contexto en el que se produce, en este caso dominado por el ambiente cosmopolita de la capital hispalense. En esta ciudad está presente uno de los foros de debate más importante entre ciencia y arte. No podemos dejar de mirar alrededor, y recorrer atentamente cada uno de los oficios y disciplinas que se van produciendo, pues en ellas puede estar, como de hecho lo demostramos, la explicación o la evolución de las formas arquitectónicas. Por encima de todo ello quedan las intenciones, los argumentos, la genialidad en el planteamiento de cada maestro o arquitecto. Con el concurso de los nuevos descubrimientos científicos se irán superando las limitaciones del oficio, y como consecuencia los atavismos propios de una extensa herencia. A la vez que los maestros se hacen más humanistas, más romanos, se hacen más científicos, pues los recursos que usan para expresar las nuevas ideas reclaman una carga conceptual mayor, hasta el punto de fundirse concepción del espacio, tecnología para su construcción, y significado de las formas. El mejor ejemplo de ello es la obra de Hernán Ruiz, al final del camino que hemos andando, mostrando un nuevo mundo deudor no solo de su formación tradicional, sino de su formación teórica. El momento clave de todo este proceso lo vamos a encontrar en la obra de este último personaje, quien une concepción del espacio y de la materia a través de un nuevo recurso, del todo coherente a la nueva percepción del mundo, y que tiene como fundamento la perspectiva. Con él terminamos nuestra singladura, siendo consciente de que se abre un nuevo camino tan extenso e interesante como el que hemos querido trazar en este trabajo, la manipulación perceptiva de las superficies abovedadas, que dará como resultado toda una producción pétrea de gran interés, donde se recogen, y perfeccionan y racionalizan los conocimientos adquiridos en el proceso hasta aquí relatado. Buena prueba de ello serán los dos textos manuscritos que hemos manejado durante esta Tesis, el Libro de Arquitectura de Hernán Ruiz y el Tratado de Corte de Piedra de Alonso de Vandelvira.es
dc.formatapplication/pdfes
dc.language.isospaes
dc.rightsAttribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 Internacional*
dc.rights.urihttp://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/*
dc.titleLas esferas pétreas. Análisis de las soluciones del arte de la montera en la Provincia de Cádiz durante el Siglo XVIes
dc.typeinfo:eu-repo/semantics/doctoralThesises
dcterms.identifierhttps://ror.org/03yxnpp24
dc.type.versioninfo:eu-repo/semantics/publishedVersiones
dc.rights.accessRightsinfo:eu-repo/semantics/openAccesses
dc.contributor.affiliationUniversidad de Sevilla. Departamento de Expresión Gráfica Arquitectónicaes
idus.format.extent655 p.es
dc.identifier.sisius6016618es

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