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Tesis Doctoral

dc.contributor.advisorGiner Ubago, Josées
dc.contributor.advisorIbáñez Guerra, Elenaes
dc.creatorBlanco Piñero, Nuriaes
dc.date.accessioned2016-12-30T11:04:50Z
dc.date.available2016-12-30T11:04:50Z
dc.date.issued2010-12-15
dc.identifier.citationBlanco Piñero, N. (2010). Implicaciones psicológicas de la persona laringectomizada. (Tesis doctoral inédita). Universidad de Sevilla, Sevilla.
dc.identifier.urihttp://hdl.handle.net/11441/51384
dc.description.abstractHoy en día, el cáncer sigue despertando en nuestro entorno numerosos temores y preocupaciones relacionadas con el dolor, el sufrimiento y la muerte (1-6). Esta situación es consecuencia de la imagen que históricamente (1, 3, 7) se ha transmitido de la enfermedad y ante la cual los grandes esfuerzos institucionales y sociales que se están realizando en la actualidad, para acercar a la sociedad los aspectos más esperanzadores de los avances terapéuticos que se están logrando contra esta enfermedad, obtienen pocos resultados (2, 5). Además, el prejuicio social que existe en relación con el cáncer, no siempre está basado en un conocimiento objetivo de esta enfermedad. De hecho, muchas de las reacciones o actitudes hacia la enfermedad oncológica que se pueden observar en la sociedad, se producen de forma independiente al conocimiento científico o a la experiencia objetiva que se haya podido tener con ella. De este modo, la vivencia que un individuo pueda tener con el cáncer difícilmente será realmente novedosa, puesto que se verá influida por las experiencias que hayan tenido o tienen quienes le rodean con la enfermedad, que condicionarán e incluso podrán llegar a determinar la valoración que realice el sujeto de su propia situación (6-8). El papel e influencia de esta información eminentemente subjetiva, muchas veces poco contrastada y por tanto pobremente ajustada a la realidad es uno de los principales peligros a los que se enfrenta el paciente diagnosticado de cáncer. Esto es, socialmente se ha establecido la asociación entre la enfermedad oncológica per se y el sufrimiento (1, 3), sin tener en cuenta ni la gran variabilidad de diagnósticos, tratamientos, consecuencias, evoluciones y pronósticos posibles por un lado, ni la gran diversidad personal que se observa entre los pacientes y sus propias fortalezas y vulnerabilidades, por otro. Puesto que dichos aspectos llevan a que al final, cada enfermo oncológico sea único y no pueda ni deba ser comparado con ningún otro por mucho que padezcan el mismo tipo de tumor o la misma ubicación. Así, el paciente particular y concreto que recibe un diagnóstico de cáncer debe realizar una valoración de su situación personal en la que se conjugan la información que le da el profesional que le atiende, con aquellas que ha recibido o recibe de su entorno socio- familiar. De esta forma, llegará a una conclusión en la que decidirá, por un lado, el grado de perjuicio, amenaza y/o peligro que le reporta la situación de enfermedad; y, por otro lado, si hay algo que pueda hacer para mejorar su situación y su capacidad de control personal (8). La conclusión a la que llegue puede llevar al paciente a una situación de desestabilización emocional cuya intensidad será proporcional al peligro percibido. Dicho estado es al que en este apartado se alude como “impacto psicológico de la enfermedad”. Sin embargo, a la hora de considerar el poder del cáncer para alterar el estado afectivo de los pacientes, debemos tener en cuenta, de nuevo, las particularidades que le caracterizan y que llevan a no poder valorarlo como un impacto único y global (3, 4, 9-14). De este modo, podríamos considerar el cáncer como un conjunto de intensos estresores individuales que se integran en una experiencia vital que posee gran potencial traumático, puesto que el miedo al sufrimiento y el riesgo para la supervivencia, son experiencias generalizables a toda la población (8). Así pues, el cáncer es una enfermedad que irrumpe en la vida del paciente de forma súbita poniendo en peligro de forma severa su integridad física, puesto que es una enfermedad grave e irreversible, con carácter crónico y puesto que se origina dentro del propio cuerpo; por lo que se percibe como impredecible e incontrolable (1, 3, 6, 11-14). Esta situación lleva al paciente a encontrarse en una situación amenazante que se extiende a lo largo del tiempo de forma indeterminada y cuyo final es cuanto menos incierto (3, 9-14). Esta experiencia requerirá, por ello, que el paciente realice distintos esfuerzos por adaptarse y sobreponerse tanto a su enfermedad como a sus propias vulnerabilidades (8). Igualmente, la irrupción del cáncer y sus tratamientos en la vida del paciente, suelen provocar un replanteamiento de su situación, de sus motivaciones y objetivos vitales que pueden concluir bien con una readaptación de la situación vital del sujeto o bien con una gran variabilidad de problemas psicológicos (6, 15-19). Por tanto, la enfermedad oncológica supone una ruptura con la trayectoria personal del sujeto en la que, a pesar de que acabará integrándose en su historia personal, las motivaciones, prioridades y creencias en las que se base su vida tendrán un peso realmente determinante a la hora de valorar la intensidad del impacto que le supone la enfermedad (8). En este sentido, e independientemente del poder desestabilizador que, como se viene defendiendo, tienen el cáncer y sus tratamientos sea algo que se deba considerar de forma particular y específica para cada sujeto, en la bibliografía se destacan algunos factores, tanto psicológicos como médicos, que parecen influir de forma más o menos determinante en la respuesta de los sujetos al cáncer (10, 12, 13, 16, 20-22). Así, los aspectos subjetivos o de tipo psicológico que más se citan en la bibliografía consultada, aunque obviamente no sean los únicos, hacen alusión a características como el momento evolutivo en el que se encuentra el paciente al recibir el diagnóstico, el sexo, el nivel socio-económico, la existencia de fuentes de estrés simultáneas a la enfermedad y sus tratamientos en la vida del paciente, el apoyo social del que se disponga o los rasgos de personalidad y afrontamiento propios del sujeto. Sin embargo, la respuesta dada por el sujeto a su enfermedad también vendrá determinada por factores más objetivos de tipo médico, eminentemente, entre los que se destacan aspectos como el estadío y pronóstico de la enfermedad, los tipos de tratamiento que precise el paciente y las secuelas que estos puedan dejar, la posibilidad de reconstrucción y/o rehabilitación y por supuesto la historia de salud física y/o mental previa a la enfermedad oncológica (10, 12, 13, 16, 20, 22). De entre todos estos factores, la ubicación tumoral juega un papel especialmente relevante, puesto que implica problemas concretos en cuanto a la afectación funcional y estética del paciente como consecuencia de los tratamientos (6). En función de la conjunción de dichos aspectos tanto objetivos como subjetivos se generará la vivencia de amenaza producida por el cáncer en cada sujeto y consecuentemente se podrá determinar la intensidad del impacto que tiene para cada enfrentar cada momento de la enfermedad oncológica. En el caso concreto de los pacientes laringuectomizados, habrá que considerar de forma particular la trascendencia emocional que suscita dicho tratamiento, debido a la desfiguración física y las repercusiones socio-familiares que suponen las pérdidas funcionales que padecen (16-19). Una vez descritas las características generales que hacen del cáncer una vivencia tan traumática, nos planteamos analizar el proceso y tipo de respuesta que los pacientes dan a esta experiencia vital estresante. En este sentido, consideramos relevante destacar que la mayoría de las fuentes consultadas analizan la respuesta del paciente desde la patología y la anormalidad (1) y son muy pocos los estudios que describen el cáncer como una posibilidad de crecimiento personal (23, 24). Por tanto, la casi totalidad de la bibliografía consultada al respecto defienden que las reacciones emocionales de los pacientes oncológicos que se observan con más frecuencia, suelen ser el miedo, el estrés, la desesperanza y la pérdida de control sobre sí mismo y sobre la evolución de la enfermedad independientemente del momento en el que se estudien (3, 10, 12, 13, 18, 25-30). A priori, estas respuestas no son consideradas como patológicas, puesto que se pueden considerar una reacción normal ante el choque que supone el diagnóstico, si bien estas respuestas emocionales irán evolucionando con la enfermedad y será entonces cuando dichas respuestas emocionales puedan ir volviéndose patológicas o, por el contrario, dando pie a un proceso de adaptación saludable a la enfermedad y sus tratamientos. Dicho proceso de respuesta a la enfermedad neoplásica y sus requerimientos terapéuticos, se verá mediatizado por diferentes aspectos que, al igual que se presentaba con anterioridad, podrán ser de tipo objetivo o médico como los matices o particularidades que tenga el proceso de tratamiento y recuperación; o más subjetivos, como los rasgos de personalidad y las estrategias de afrontamiento propias de quien la padece, aspectos ambos objeto de este trabajo.es
dc.formatapplication/pdfes
dc.language.isospaes
dc.rightsAttribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 Internacional*
dc.rights.urihttp://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/*
dc.subjectPersonalidades
dc.subjectAfrontamiento de la enfermedades
dc.subjectPsicopatologíaes
dc.subjectOncologíaes
dc.titleImplicaciones psicológicas de la persona laringectomizadaes
dc.typeinfo:eu-repo/semantics/doctoralThesises
dcterms.identifierhttps://ror.org/03yxnpp24
dc.type.versioninfo:eu-repo/semantics/publishedVersiones
dc.rights.accessRightsinfo:eu-repo/semantics/openAccesses
dc.contributor.affiliationUniversidad de Sevilla. Departamento de Psiquiatríaes
idus.format.extent368 p.es

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