Arterias cutáneas del antebrazo. Estudio anatómico y clínico

Abstract

Tal y como hemos descrito en la introducción, a lo largo de la historia el estudio de los cubrimientos cutáneos se ha llevado a cabo de forma totalmente empírica (Tagliacozzi, Denonvilliers, etc, por citar dos autores clásicos) hasta bien entrado el siglo XX, donde cirujanos e investigadores, como Mc Gregor, Smith, Conway, Milton o Fujino comenzaron a hacer sus propios estudios basados en humanos o animales, los cuales le llevaron al conocimiento de la supervivencia o no del tejido cutáneo al ser trasladado de su lecho. Partiendo de la base ya demostrada de que la piel presenta una irrigación vascular, recurriremos al estudio anatómico de la misma con el objeto de conocer en que manera podían contribuir estos vasos a las técnicas de cobertura cutánea ya conocidas. Para ello llevamos a cabo primeramente un estudio teórico de los distintos anatomistas preocupados por la irrigación cutánea. Así en el siglo XIX (1888 – 1889) aparecen los trabajos de Kulczyck y Manchot quienes publicaron en forma original la vascularización de la piel. En estos tratados anatómicos se dieron las pautas generales de la anatomía vascular cutánea y se hizo una descripción detallada de la misma a nivel de todo el cuerpo. A partir de aquí se suceden un gran número de autores que nos aumentarán el conocimiento científico, tales como Spaltehoiz que habla de la distribución de los vasos sanguíneos (1893), o Renaul (1897) que demuestra la existencia de cuatro redes vasculares paralelas a la superficie de la piel e infiere que estos hallazgos que la vitalidad y nobleza de la misma se debe a este hecho. Dieulaf en 1906 establece que las arterias subcutáneas irrigan determinados territorios de la piel, pero además agrega que dichos territorios se pueden comunicar por anastomosis que se encuentran en la dermis o en la hipodermis. Todos los estudios hasta aquí realizados fueron basados en la disección de vasos previamente inyectados. La metodología que se ha utilizado ha variado en cada uno de los autores, y la misma ha sido citada previamente. En 1925 aparece un nuevo trabajo sobre las arterias cutáneas del hombre escrito por Bellocq, donde se presta atención a la forma de distribución de los troncos principales en el tejido celular subcutáneo gracias al uso de placas radiográficas del TCS y piel. Otros autores que han contribuido al conocimiento de la distribución de las arterias han sido Chambardel, Adachi., Bellou y Salmon. Los tres primeros hacen una descripción detallada de cada arteria y un estudio estadístico de las mismas, estableciendo la forma de nacimiento y la frecuencia de existencia de cada vaso. Este progreso anatómico no ha sido correlacionado paralelamente con la evolución de la cirugía reparadora sino por el contrario resulta curioso detectar que este gran caudal de información no haya sido utilizado en el empleo de colgajos cutáneos. En las últimas décadas un gran número de autores han redescubierto la aplicación del colgajo, creando así una variada cantidad de posibilidades para la solución de defectos cutáneos. Dichos autores, entre ellos Mc Gregor, Daniel y Williams, O’Brien, Mc Craw, Converse, Grabb, Mathes y Nahai basaron sus conocimientos en observaciones propias y en las descritas por algunos de los anatomistas citados tales como Manchot y Salmon. El hecho de trabajar en un equipo de Cirujanos Traumatológicos y Plásticos dedicados al campo de la cirugía del miembro superior nos hizo centrarnos en la piel del antebrazo, la cual ya había sido utilizada como zona donante por Yang Guofan, quien describió el colgajo de la arteria radial en el año 1978, publicándose en la literatura occidental en el año 1982 por el Doctor Song; el mismo tuvo una gran repercusión en la cirugía plástica y reparadora bien sea en forma libre, como originalmente fue descrito, o “en isla”. Esta descripción clínica provocó un gran impulso en la investigación anatómica de esta región y es así como en estos últimos años se publican distintos hallazgos, muchos de los cuales han creado una enorme confusión en cuanto a las verdaderas posibilidades de cada zona del antebrazo para su uso en forma de colgajo. Fue por ello nuestra intención realizar una investigación precisa de las arterias cutáneas de todo el antebrazo describiendo de cada una de ellas le nacimiento, su recorrido desde los grandes vasos hasta la dermis, ramificaciones en el tejido celular subcutáneo y territorio de la piel que le corresponda, así como la frecuencia en la existencia de cada una de las arterias y el diámetro de su calibre. Desde el punto de vista clínico, y entendiendo nuestros hallazgos desde una óptica hemodinámica, aplicamos estos conocimientos anatómicos a la cirugía, para mejorar los colgajos cutáneos existentes y/o descubrir otros nuevos. Los 20 casos clínicos basados en el colgajo de la arteria radial y de la arteria interósea posterior nos ayudan a su vez a confirmar los hallazgos anatómicos y a hacer una crítica comparativa de los mismos con otros autores.