dc.description.abstract | En cualquier acción humana el pensamiento y el sentimiento se articulan en el lenguaje
que comunicamos. De esta manera, si constituye un elemento transversal en las relaciones
humanas, constituye fuente de conflicto, también es pilar para contentamiento y
consensos ¿cómo podemos crecer en sociedad y abrirnos paso a través de las diferencias
para superar el lenguaje cargado de connotaciones negativas y despectivas, que se
emplean en las relaciones interpersonales?
Para ello, esta investigación supone una reflexión y análisis de lo que supone los tres
vértices de un triángulo equilátero: el lenguaje, la justicia restaurativa y la violencia de
género, relación dialéctica encajada en un sistema penal que demanda modernidad para
las relaciones jurídicas interpersonales. De tal manera que, estando inmersos en
momentos de confusión por la proliferación de tantas leyes y de violencia verbal
imperante en nuestro entorno, se hace necesario incorporar nuevos sistemas que
complementen el sistema penal tradicional para dar otra perspectiva al enjuiciamiento del
delito, de este modo, en este escenario, se apuesta por las prácticas de Justicia restaurativa
para ayudar a reparar el daño. En concreto, se profundiza no solo en el lenguaje como
elemento coadyuvante a tener en cuenta en los procesos restaurativos, sino también como
pilar en las prácticas que se lleven a cabo para abordar el hecho punible y de
reconstrucción en narrativas de reparación. El hecho es que la virulencia del lenguaje se
retroalimenta generando escaladas de conflictos, llevando a las partes al ostracismo, que
precisan un abordaje de factores que paren esa oleada de desavenencias. De este modo, a
través de dar a conocer programas restaurativos con su lenguaje de concienciación, de
empatía, de entendimiento del daño, para superar el lenguaje de dominación en delitos
de Violencia de Género en casos leves, menos graves, eventuales y circunstanciales, se
dirimirá y canalizará de una manera complementaria al sistema actual, pues la realidad
es que los delitos de género están enquistado y confrontando el tejido social y, por
responsabilidad, se requiere concebir formas de ayudar a desjudicializar el conflicto , de
manera que se le pueda dar a las partes, en relaciones asimétricas, vías para solucionar
los daños: precisando diferentes formas de intervenir en la reconstrucción verbal, una
será el lenguaje del empoderamiento, de la asertividad para la víctima y para la otra parte,
el victimario, tendrá que aprender el lenguaje del respeto, de la escucha, de la empatía de
forma consiente y coherente, para reconceptualizar como percibe el entorno, abriendo
una esperanza a la rehabilitación y reinserción no solo del victimario sino de la víctima.
En síntesis, implicaría un desaprender y aprender en la forma de conceptuar los
parámetros fundamentales de convivencia, para saber moverse en las relaciones, en las
perspectivas de afrontar una disputa, tomando nuevos colores sobre cómo abordar los
problemas. En este marco, el modelo de justicia restaurativa aboga por actuaciones
alejadas de la confrontación, creando nuevos patrones de socializar en la cotidianidad, no
tratándose de cualquier convergencia en la pareja sino una que sea equilibrada, inteligente
y sustantivamente empática en el trato que se dispense. Finalmente, esta investigación
terminará, a efecto práctico de lo anteriormente referido, con un análisis a través de
sentencias jurisprudenciales, de como el lenguaje despreciativo y de menosprecio valida
la metodología de la lingüística sistémica funcional y, en concreto, la teoría de la
valoración abordada en cuanto a privilegiar tanto las narrativas de afecto como de juicio
y apreciación como elemento potenciador de la violencia entre las partes. | es |