El valor de la inclusión

En 2008 España firmó la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, en la que se señala la necesidad de aplicar la inclusión en el ámbito educativo. A menos de diez años para que se cumpla el plazo propuesto, nos encontramos con una realidad que dista de ser inclusiva en la mayoría de escuelas.

En el suelo de un aparcamiento, en las puertas de un baño público o en los asientos de un bus, las personas se topan con el símbolo de la discapacidad en su día a día. ¿Qué imagina la sociedad al mirarlo? Puede que la primera imagen que se venga a la mente sea justo la misma que la del signo: una persona en silla de ruedas. Quizás haya algunos que le pongan rostro. Y en otros casos, habrá quien directamente no piense en nada. Pero detrás de ese logo se encuentra el resto de la sociedad. Las personas con diversidad funcional forman parte de la población, a veces de forma silenciosa -o silenciada- y, tras esa silla de ruedas, hay muchos más tipos de discapacidades representadas de las que se conocen.

En el colegio se aprende justo eso, que detrás de este tipo de símbolos hay una realidad que se intenta representar. Pero los niños necesitan ejemplos para entender las situaciones y responder con total naturalidad. ¿Hay suficientes compañeros con diversidad funcional en las escuelas para que todos le pongan rostro a ese símbolo?

El modelo segregador y el modelo inclusivo

La educación es un derecho humano y, como tal, todas las personas deben tener acceso a ella sin que ningún tipo de situación o condición medie en el aprendizaje. Sin embargo, a lo largo del tiempo se han implementado dos tipos de procedimientos educativos totalmente opuestos: la segregación y la inclusión escolar. El primer modelo hace que un sistema educativo se divida por razón étnica, de sexo o social, entre otras. Las consecuencias directas de este tipo de organización educativa son el aumento de desigualdades y la exclusión social. Un claro ejemplo es el de Estados Unidos, país en el que se produjo una segregación social motivada por el racismo, división que también llegó a las aulas, lo que dio lugar a una separación entre alumnos blancos y negros. En España tuvo lugar la segregación escolar por sexo. Durante el siglo pasado lo normal era acudir a una escuela femenina o masculina, era una situación de lo más común. De hecho, las generaciones escolarizadas hasta la década de los ochenta seguramente acudieron a un colegio al que solo asistían chicos o chicas, de forma diferenciada.

El segundo modelo es el de la inclusión. Este sistema propone la escolarización de todos los alumnos en el sistema ordinario, sin distinción de ningún tipo. Hoy en día, en España, ya no existen colegios públicos diferenciados por razón de sexo o de raza, pero sigue produciéndose una diferenciación entre el alumnado que presenta algún tipo de diversidad funcional y el que no. Esta división, además de aceptada, está normalizada en el sistema educativo y en nuestra sociedad. Susana Rodríguez, socióloga y profesora de la UNED afirma en su artículo Educación y Capacitismo: los límites de la educación inclusiva en España, que “la pervivencia de este esquema de pensamiento se manifiesta en la evolución normativa y en las prácticas en el entorno educativo español, convirtiendo el camino hacia una educación inclusiva en un ideal sin plena consolidación”.

A día de hoy sigue produciéndose en España una diferenciación entre el alumnado que presenta algún tipo de diversidad funcional y el que no

La discapacidad se define por la forma en la que el resto de la comunidad interactúa con ella. Esta afirmación puede desconcertar a algunos, puede parecer incluso absurda, pero al estudiar la forma en la que se ha tratado a las personas con diversidad funcional, cobra cierto sentido. Según el artículo La educación de los niños y niñas con diversidad funcional desde la perspectiva de sus pares y docentes”, realizado por profesoras de la Universidad Nacional de la Plata, las conceptualizaciones sobre la discapacidad son fruto de “construcciones sociales, culturales y científicas”, por lo que resulta lógico que evolucionen según el contexto histórico y cultural. Hechizados, poseídos o castigados, estos eran sinónimos de discapacidad siglos atrás, momentos en los que la sociedad se regía por la superstición y la religión, por lo que la relación con las personas que nacían presentando alguna diferencia -posiblemente habían sufrido la ira divina- era prácticamente inexistente, ya que eran desterrados o aislados. La sociedad evoluciona y surgen las primeras investigaciones. Se configura el modelo médico, en el que a las personas con discapacidad se les trata como enfermos a los que hay que proporcionar una cura. Surge entonces el concepto de normalidad, el contrapunto que siempre es necesario para que una sociedad mantenga la dualidad que caracteriza cada ámbito de nuestra vida. En los años setenta, de forma paralela a todos los activismos sociales que se estaban viviendo, surge el Movimiento de Vida Independiente. Las personas con discapacidad alzan sus voces para comenzar a decidir sobre sus vidas y su autonomía. Surge el modelo bio-psico-social, que pone el foco tanto en las situaciones personales como en las que se derivan del entorno y que dificultan el pleno desarrollo de la persona con diversidad funcional. Esta evolución demuestra que la discapacidad se conceptualiza a partir de la forma en la que la sociedad se relaciona con ella, son “modelos que implican valoraciones, actitudes, pensamientos y prácticas hacia las personas con discapacidades, y de ellas se desprenden políticas sociales, económicas y educativas dirigidas a este colectivo diverso y complejo”.

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Instrucciones en el baño de un instituto | Paloma Martínez García

Instrucciones en el baño de un instituto | Paloma Martínez García

De hecho, existe una conducta bastante común, llamada la mirada capacitista, asociada a aquellas personas sin discapacidad que tienen relación con algún amigo, familiar o compañero que sí que tiene. Al contrario de muchos otros comportamientos discriminatorios, esta tiene la mejor de las intenciones: proteger. Pero como se suele decir, de buenas intenciones está empedrado el infierno. Y es que esta mirada deriva del capacitismo, es decir, del esquema mental que asume que todos los cuerpos deben ser iguales en cuanto a capacidades y aspecto. Deben ser “normales”. Este pensamiento desecha la posibilidad de que haya diversidad y que cada persona tenga unas capacidades distintas, solo existe un funcionamiento. Las personas con diversidad funcional sufren las consecuencias pues no entran dentro del grupo normativo, por lo tanto, suelen padecer discriminación en diversos ámbitos sociales, simplemente no están incluidas. Según Susana Rodríguez, socióloga y profesora de la UNED, la mirada capacitista hace que se tengan expectativas bajas con respecto a las personas con discapacidad.

En el caso de la educación, muchos alumnos son tratados con paternalismo ante la idea de que no van a ser capaces de conseguir algunos de los objetivos. Durante el siglo XX la UNESCO elabora distintas definiciones sobre educación especial en las que la mantiene separada del sistema ordinario y con objetivos específicos para el alumnado. En 1977 la UNESCO habla de minusvalía y remedio de deficiencias “forma enriquecida de educación tendente a mejorar la vida de aquellos que sufren diversas minusvalías; enriquecida en el sentido de recurrir a los métodos pedagógicos modernos y al material técnico adecuado para remediar ciertos tipos de deficiencias”. Unos años más tarde, en 1983, la definición evoluciona y se centra en cuestionar los niveles, pero la segregación del alumnado sigue estando presente. Simultáneamente, en 1978 la Comisión de Educación de Gran Bretaña considera que los objetivos deberían ser los mismos para todos los alumnos, teniendo en cuenta que algunos alumnos pueden necesitar apoyos. Se produce un cambio en la concepción de la educación especial que se ve reflejado por primera vez en España en la LOGSE (1990). La educación especial comienza a plantearse como una forma de apoyo dentro del sistema ordinario para los alumnos con Necesidades Educativas Especiales (NEE). Carmen Moreno, miembro de la junta directiva del Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad, explica que antes de que se aprobará esa ley, existían casos en los que los alumnos ni siquiera accedían al sistema educativo.

Las diferencias sociales de cada modelo educativo | Fuente: https://asociacionsolcom.org/la-educacion-inclusiva-en-espana-situacion-y-desafios/ | Infografía realizada por Paloma Martínez García

El reconocimiento de este tipo de alumnado es el primer paso que se da para hacer educación inclusiva. Este sistema no va solo dirigido a las personas con diversidad funcional, va dirigido a todos aquellos alumnos que tengan alguna dificultad para adaptarse al sistema ordinario. Ignacio Calderón Almendros, es profesor de Teoría de la Educación en la Universidad de Málaga y se ha centrado en el estudio de los procesos de exclusión e inclusión educativa. Este autor explica que se trata de darle valor a la diversidad, de considerarla como un factor enriquecedor. Ignacio Calderón destaca algunos estudios realizados a personas cuyos hermanos tienen síndrome de Down “más del 90% decían que eran más inteligentes, mejores personas y perseguían más sus sueños por esa compañía”. Para que la educación inclusiva sea una realidad, todos los alumnos deben ser capaces de formar parte de un colegio ordinario, deben ser una pieza más dentro de la comunidad educativa.

Pero ¿por dónde empezar? Ignacio Calderón, como muchos otros profesionales, apunta que es necesario desmontar el armazón de la educación tradicional, aquella que fomenta la competitividad y la productividad por encima del verdadero aprendizaje. Lo establecido es que el alumno se adapte al sistema que hay en la escuela y trate de seguir el ritmo, sin importar realmente las necesidades que ese niño o niña pueda tener. El paradigma de la educación inclusiva, en vez de estudiar de qué forma puede adecuarse un alumno al sistema, propone que este sea el que se moldee para permitirle que desarrolle al máximo sus capacidades.

Para ello es necesario compaginar los objetivos académicos que formulan las leyes educativas con las necesidades específicas que presentan los alumnos. Muchos profesionales encuentran la respuesta en el Diseño Universal de Aprendizaje (DUA), una propuesta realizada por el Centro de Tecnología Especial Aplicada (CAST). Básicamente esta idea lo que propone es llevar a cabo un currículo para todos. Actualmente, los itinerarios académicos están dirigidos a una parte de los alumnos, a la mayoría que consigue seguir el ritmo y acomodarse en la forma de aprendizaje. Pero hay una minoría a la que el currículo echa a un lado y aparta del camino. Dentro de esa minoría no solo se encuentran alumnos con diversidad funcional, en todas las aulas hay alumnos cuya forma de estudiar y de aprender es distinta a la típica, niños a los que el modelo tradicional magistral les impide concentrarse e incluso alumnos cuyo coeficiente intelectual es más alto que el del resto. Son los puntos que se salen de la media, y por ello no son tenidos en cuenta en el sistema ordinario vigente.

Los itinerarios académicos están dirigidos a una parte de los alumnos, pero hay una minoría a la que el currículo echa a un lado.

La aspiración del DUA es elaborar un currículo común a todos los alumnos, pero con la capacidad de advertir la diversidad del alumnado. Para ello debe cuestionar la forma en la que se ha estado presentando la información y cómo se ha estado percibiendo. Antes de concretar el currículo es necesario estudiar nuevos procedimientos para monitorear la evolución del alumnado, y conseguir la motivación de este para que sea capaz de sumergirse en la materia que le están explicando y aprenda, pero que lo haga de verdad. Y no solo es importante observar las respuestas del alumno a los distintos estímulos, también es necesario contar con la implicación de las familias como eje vertebrador de la vida de la niña o el niño. Carmen Moreno es también representante de FEDER en Andalucía, pero, por encima de todo, es la madre de Raúl, un chico de catorce años con diversidad funcional. Carmen explica cómo tuvo que desaprender mucho de lo que sabía sobre discapacidad. Como miembro de la Federación Española de Enfermedades Raras y madre, reivindica algunas de las necesidades de estos alumnos, como es la intervención sociosanitaria en los colegios “Desde FEDER hacemos incidencia política para poner encima de la mesa la necesidad de los alumnos de una atención sanitaria dentro del aula”. A fin de cuentas, para conseguir una educación inclusiva efectiva, es necesario incorporar el respeto a la pluralidad de realidades, el derecho a que todos participen y, por tanto, la adaptación de los objetivos a las capacidades individuales. No obstante, el apoyo que otorgan las normas tanto a nivel nacional como europeo es clave para alcanzar estos objetivos.

La sala de fisioterapia del Colegio de Educación Especial Sagrada Familia | Paloma Martínez

La sala de fisioterapia del Colegio de Educación Especial Sagrada Familia | Paloma Martínez

Una cuestión internacional

Aunque el enfoque que se ofrece es a nivel español, la educación inclusiva es un asunto que genera debates, estudios y análisis a lo largo de todo el planeta. Sin embargo, cuando el foco se pone en la educación a secas, la polémica desaparece. Este es un derecho aceptado e interiorizado por la mayoría del marco normativo de los países. Aparece en el artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, garantizando “el pleno desarrollo de la personalidad humana” y el acceso de toda persona, como ya se apuntaba más arriba. Este derecho lo reafirma el artículo 13 del Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales, que añade la necesidad de que a través de la educación se favorezca el establecimiento de una sociedad libre. En la Convención sobre los Derechos del Niño se incluyen tres artículos relacionados con la educación, pero es el número 23 el que hace referencia a los niños con discapacidad “Derecho de los niños con diversidad funcional a tener acceso real a la educación y desarrollar sus capacidades para tener inclusión plena”. A pesar de que hace referencia al alumnado con diversidad funcional, y que en el artículo 28 se insta al desarrollo de la enseñanza general, no menciona -al menos de forma explícita- la educación inclusiva. 

Hasta aquí, el derecho a la educación se ve protegido por diversos instrumentos y marcos internacionales, pero no hay una mención clara a la educación inclusiva, ¿por qué hay tanta polémica alrededor? Los artículos anteriores se ratificaron en el siglo pasado, momentos en los que todavía no había una posición o una línea de pensamientos bien definida alrededor de conceptos como inclusión escolar o Diseño Universal del Aprendizaje. Por eso conforme se ha ido evolucionando en el campo de la educación, han ido surgiendo nuevas necesidades que se han incluido en distintos recursos. Este es el caso de la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad, que entró en vigor en 2008. Un instrumento de derechos humanos de las Naciones Unidas que se centra en las personas con diversidad funcional y en el respeto a sus necesidades. Ya en el preámbulo de la Convención, se hace hincapié en la importancia que tiene la accesibilidad a la educación -entre otros ámbitos como el sanitario o el cultural- para que se respeten los derechos y libertades de las personas con discapacidad. En el artículo 8 los Estados Partes -aquellos que ratifiquen la Convención- se comprometen a adoptar una serie de medidas, entre la que se encuentra el fomento del respeto hacia las personas con discapacidad en todos los niveles educativos y desde edades tempranas. Es muy importante este último postulado, pues el respeto desde las aulas no solo implica la inclusión, sino también la puesta en valor de la diversidad funcional.

Ya en el preámbulo de la Convención, se hace hincapié en la importancia que tiene la accesibilidad a la educación

El artículo 24 se centra únicamente en la educación de las personas con discapacidad. Ordena las distintas directrices que los países deben seguir para asegurar la puesta en marcha de “un sistema de educación inclusivo a todos los niveles”. La convención decide colocar en el primer punto el desarrollo del potencial humano. Esto no es una casualidad. En este mandato se resumen las bases de la educación inclusiva, la búsqueda de las capacidades humanas de cada alumno para poder encontrar la forma adecuada de llegar a ellos. Esto implica el enriquecimiento de la personalidad, del talento y de la creatividad, sin olvidar las relaciones sociales. Con respecto a este último aspecto, los Estados Partes deben asegurar que las personas con discapacidad acudan a colegios del sistema general, de forma gratuita y con ajustes a sus necesidades específicas.

Aunque la Convención entró en vigor en 2008, esta comienza a redactarse en el año 2006, momento en el que España la firma. Nuestro país ratifica así la obligación de cumplir todo lo que se exponga en el instrumento jurídico. Pero no lo hace.

La vulneración de un derecho

Cuando nació su hijo, Estela no encontraba respuestas. Tenía un bebé que no reaccionaba de la misma forma a los estímulos que el resto de los niños. Su hijo era distinto. Estela afirma que esto le provocó un gran caos emocional que no supo cómo gestionar. Este es el duelo silencioso que muchos padres sufren en los primeros años de vida de su hijo. Hay padres que conocen la enfermedad de su hijo durante el embarazo, mientras que otros reciben la noticia en el momento del nacimiento y se ven envueltos en una vorágine de pruebas y exploraciones, pierden así esa primera etapa de conexión con el recién nacido. En otros casos, el diagnóstico aparece años más tarde, pues el niño o niña se ha desarrollado al igual que otros bebés en su primer y segundo año de vida. Pero llega un momento en el que ese progreso se ralentiza o directamente se para. Es el caso de Ari, una niña con síndrome de Rett. Elvira Usin, su madre, cuenta que los médicos no le hacían caso y ella veía que “pasaba algo” con su hija “los médicos te van poniendo por loca y te hacen ver que lo estás inventando, hasta los tres años no supimos de su síndrome”. Recibir el diagnóstico es un momento doloroso y en algunos casos traumático. Las malas experiencias de estos padres, el dolor y el trauma son provocados por la concepción de normalidad. De nuevo aparece este axioma, lo que es normal y lo que no. Es curioso cómo una palabra, de primeras tan inofensiva y que parece que al usarla se busca la igualdad, pueda suponer tanta exclusión. Las expectativas que los padres tenían sobre sus hijos se desvanecen, saben que sus hijos van a sufrir el resto de sus vidas por no ser considerados iguales. Y van a ser testigos de ello.

Tras el diagnóstico, comienza la Atención Temprana, un servicio público que estudia a los niños -y sus familias- para atender a aquellos que puedan experimentar trastornos de desarrollo. Se especializa en áreas como el desarrollo cognitivo y del lenguaje, trastornos emocionales, de la relación… En estos centros se llevan a cabo estudios para valorar las necesidades de cada niño y se elaboran rutinas de actividades para estimular al niño y enseñar a los padres a hacerlo. 

Una vez el niño crece y se acerca a la edad de escolarización, se activan protocolos para detectar las necesidades específicas del futuro alumno. Los equipos de orientación educativa tratan de detectar de forma precoz las necesidades de apoyo, pero si los ajustes llevados a cabo no ayudan al alumno se procede a una evaluación psicopedagógica. Este es el siguiente paso que se lleva a cabo y que suele ser la antesala del dictamen de escolarización. Se elabora un informe en el que se analizan las capacidades y las necesidades del alumno, teniendo en cuenta el modelo educativo en el que se encuentra. En otras palabras, si es necesario que el niño o niña sea traspasado del colegio ordinario en el que se encuentra a un colegio de educación especial.

No se valora cuántos profesionales hay, que formación tienen o las barreras del entorno, y con eso se hace el dictamen de escolarización
Carmen Moreno, representante de FEDER en Andalucía

Según Carmen Moreno estos dictámenes vulneran los derechos de los niños “Desde atención temprana comienzan a evaluar al niño psicopedagógicamente para ver las necesidades, pero es que esa evaluación está centrada en los déficits (modelo clínico) en vez de valorar el entorno donde esa persona va a entrar. Se valora al niño con pruebas estandarizadas y subjetivas. No se valora cuántos profesionales hay, que formación tienen o las barreras del entorno, y con eso se hace el dictamen de escolarización”. Es necesario tener en cuenta que estos informes se realizan en muchos casos cuando el alumno ya lleva varios años en el colegio, apartándolo de sus compañeros, de su barrio y de su entorno, sin siquiera tener en cuenta la opinión de sus padres. Este es el caso de Rubén Callejas, un chico con síndrome de Down que fue obligado a matricularse en un centro de educación especial. En 2017, tanto Rubén -ya mayor de edad- como su padre deciden acudir al Comité sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Este órgano emite su decisión el 28 de agosto de 2020: efectivamente se habían vulnerados varios artículos de la Convención, y por tanto era necesaria la compensación de los perjuicios ocasionados. Rubén tenía diez años cuando comenzó el cuarto curso de primaria. Hasta entonces todo había ido bien, había recibido el apoyo de una asistenta técnico-educativa y tenía una relación buena tanto con los profesores como con los alumnos. Su inclusión en el colegio había sido como la de cualquier otro alumno sin diversidad funcional. Pero al comenzar el curso el tutor no aceptó la discapacidad de Rubén, ya que además de excluirlo, se produjeron situaciones en las que el profesor maltrató al alumno. El Dictamen aprobado por el Comité en virtud del artículo 5 del Protocolo Facultativo, respecto de la comunicación número 41/2017 - informe elaborado a partir de la comunicación realizada por Rubén y su padre- lo recoge así: “Según pruebas testificales realizadas el 23 de enero de 2012 ante el Juzgado de lo Contencioso-Administrativo núm. 1 de León, dos madres de compañeros de clase de Rubén declararon que el tutor llegó a coger del cuello al autor amenazándolo con tirarlo por la ventana, y le amenazó con golpearle con una silla”. En enero se realizó un informe psicopedagógico para dar pautas a familia y profesores. Como se apunta más arriba, este fue el antecedente de un dictamen de escolarización realizado un año después, sin el consentimiento de los padres. El informe se focalizó en la discapacidad de Rubén, abandonando el ámbito pedagógico y centrándose en un enfoque clínico. Aunque la familia presentó su disconformidad, se dictaminó que el chico fuese matriculado en un colegio de educación especial. Aquí comenzó una batalla judicial en la que los padres agotaron hasta el último proceso, llegando a ser imputados por la fiscalía por un delito de abandono de familia. Es fácil imaginarse el desgaste tanto económico como emocional que sufrió esta familia.

Con una única experiencia es muy difícil determinar la diligencia con la que se están llevando a cabo estos procesos tan delicados. Esta misma cuestión se la plantearía el Comité sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Así que, en 2017 esta comisión decidió realizar -a petición de la Asociación SOLCOM- un informe de investigación sobre la inclusión de los alumnos con diversidad funcional en el sistema educativo español. La asociación presentó en 2014 una solicitud de investigación al Estado Español por no respetar el artículo 24 de la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad. Ignacio Calderón afirma que los resultados de la investigación llevada a cabo fueron “contundentes”, dejando claro que nuestro país no respeta la Convención. Para evitar situaciones aisladas, se entrevistaron a más de 165 personas de distintos ámbitos y de todas las comunidades autónomas. Las conclusiones que se alcanzaron sobre los dictámenes -y la inclusión en general- fueron demoledoras. En cuanto a aspectos técnicos, de manera general, el Comité advierte que las evaluaciones que se realizan están “ancladas a un modelo médico de la discapacidad” y no están sistematizadas, ya que los criterios quedan sujetos a los profesionales. En cuanto al contenido, los dictámenes se centran en los déficits del alumno, sin ahondar en sus capacidades. Además, no se suele analizar el contexto en el que se halla, es decir, las barreras que tiene el centro y cómo eliminarlas o qué medidas poner en práctica para mejorar la inclusión del alumno. No se tiene en cuenta el entorno en el que vive el alumno ya que cuando es asignado al colegio de educación especial, estos suelen estar muy lejos de su hogar. Aunque la normativa impulsa la intervención de la familia, la opinión de esta no cuenta. La prueba está en que el proceso para recurrir un dictamen es largo y costoso, pero las organizaciones de apoyo informan de que cada vez hay más familias que se deciden por este camino.

La legislación de la Educación Inclusiva en España | Fuente: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=8127520 | Infografía realizada por Paloma Martínez García

¿Pero por qué esto sigue ocurriendo? Sí, España ratificó la Convención en 2006, pero a día de hoy, se siguen derivando niños a colegios de educación especial, perpetuando la segregación de las personas con discapacidad en nuestro país. La educación en España se rige actualmente por la Ley Orgánica por la que se modifica la LOE de 2006. Esta ley -también conocida como LOMLOE- aboga en todos sus apartados por un sistema regido por la educación inclusiva. Comienza dando cinco enfoques para la organización de la educación española, uno de ellos es “un enfoque transversal orientado a que todo el alumnado tenga garantías de éxito en la educación por medio de una dinámica de mejora continua de los centros educativos y una mayor personalización del aprendizaje”. Tras las diversas modificaciones, se encuentra la disposición adicional cuarta, en la que vagamente se hace referencia a las decisiones de escolarización. Según la modificación se seguirá el proceso recogido por el artículo 74 de la LOE que expone que los alumnos con diversidad funcional podrán ser matriculados en unidades de educación especial si en los centros ordinarios no se les puede dar una respuesta eficaz y ajustada a sus necesidades. En todas las leyes educativas se ha mantenido esa puerta abierta a los centros específicos. Ignacio Calderón, afirma que “la ley debería haber imposibilitado los dictámenes de escolarización segregados, pues mientras sigan existiendo, seguirá teniendo lugar el problema.”

La mal llamada educación inclusiva

“Miras las leyes y parece todo muy bonito, pero luego sales a la calle y no hay rampas en todos los edificios, y es obligatorio por ley la accesibilidad universal”. Susana Rodríguez explica que, aunque los marcos normativos estén bien hechos, la realidad es bien distinta. Según el informe realizado por el Comité sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, existen tres tipos de modalidades educativas para atender la diversidad: centros ordinarios, centros de educación especial o unidades de educación especial dentro de colegios ordinarios. Como señala el informe, la última modalidad no supone la inclusión del alumnado, a pesar de que sean aulas que se encuentren dentro de un centro ordinario. Carmen Moreno explica que se identifica lo que tenemos hoy como inclusión, a pesar de que no lo es. Son aulas específicas para los alumnos que necesitan algún tipo de apoyo por su diversidad funcional. En ellas reciben un apoyo más personalizado con profesores de pedagogía terapéutica. El problema surge cuando el alumno pasa más tiempo en esa aula que en la ordinaria, con el resto de sus compañeros. “Nosotros no decidimos la opción. Hay un equipo de orientación que evalúa al niño antes de entrar en el cole. Su dictamen fue de modalidad C (colegio ordinario con aula específica). Lo tuvimos que aceptar, no nos dejaron más opción. Estela Martín explica cómo fue en el caso de su hijo Víctor, lo que en un primer momento parecía ser educación inclusiva, se convierte en lo contrario, porque al fin y al cabo ¿qué diferencias hay entre este tipo de escolarización y la de un alumno que esté en un centro específico? Desde que España ratificó la Convención existe el mismo número de colegios, pero se han duplicado las unidades de educación especial dentro de los centros ordinarios. Ignacio Calderón indica que estas, son una modalidad de educación segregada.

En el caso de que los estudiantes con diversidad funcional sí que se incluyan en el aula ordinaria con asiduidad, no se produce una verdadera inclusión, ya que sus tareas suelen ser totalmente distintas a las del resto. Según el informe realizado por el Comité, estas situaciones fomentan la exclusión, lo que hace que el resto de los alumnos vean a su compañero como una “excepción”, sin llegar a sensibilizar y concienciar al respecto. De nuevo, se niega el carácter beneficioso de la diversidad.

Muchos miembros de la comunidad educativa -padres, profesores, personal de apoyo- ven la educación inclusiva como una utopía.

La principal razón, en la que todos coinciden, es la falta de recursos.

La entrada en vigor de la Convención coincidió con el año en el que comenzó la crisis económica, 2008. Nuestro país fue uno de los que más fuertemente se vio afectado a nivel europeo, por eso mismo los recursos para implementar una educación más inclusiva fueron menores. Los fondos destinados difieren mucho de una autonomía a otra, pero en todos los casos se destaca la falta de medios. Marta Sánchez, directora del Colegio de Educación Especial Asprona-Almansa, indica que las barreras organizativas provocan muchos de los problemas que el sistema educativo tiene hoy en día “tenemos que hacer una radiografía de la escuela ordinaria, y tal y como está ahora es imposible que se llegue a la inclusión, existen muchas barreras que el sistema y los profesionales están generando que impiden esa inclusión”. Elvira Usin afirma que la clave está en aportar las herramientas adecuadas a los colegios ordinarios, en invertir en los profesionales como fisioterapeutas o enfermeros que se encuentran en colegios específicos para que también estuvieran presentes en ordinarios. Aunque esta sea la situación ideal, no todos son optimistas, ya que serían necesarios muchos fondos para llevarlo a cabo. Susana Rodríguez explica que la consecuencia de esa carencia de medios son las aulas específicas explicadas anteriormente “el problema es que el sistema educativo español no tiene medios suficientes como para atender las necesidades de estas personas, si metes a una persona en un aula ordinaria y no le das los apoyos necesarios, no va a estar nunca a la altura. Acabará en otra aula apartada para que no moleste y no va a alcanzar el nivel”. Pensar en un colegio ordinario que ofrezca todas las posibilidades que brinda la educación especial es muy difícil. Para muchos es una quimera, una oportunidad que no podrán proporcionar a sus hijos, “todos queremos que nuestros hijos estén en un colegio rodeado de niños con los apoyos necesarios, pero no es posible”.

Sin embargo, la principal diferencia que existe entre los centros ordinarios y los específicos no es la cantidad de recursos materiales que reciben, sino los recursos humanos con los que cuentan. Faltan profesores. Por un lado, hay muy poca formación en materia de educación inclusiva y existen muchos estereotipos y prejuicios entre los propios docentes alrededor de esta modalidad educativa. Según el Informe de la investigación relacionada con España bajo el artículo 6 del Protocolo Facultativo, muchos profesionales se refieren a la educación inclusiva como “la metodología pedagógica de moda”. Por otro lado, aquellos que sí que dedican sus esfuerzos a conseguir la inclusión dentro de sus aulas, se sienten abandonados, pues además de no recibir indicaciones, tampoco reciben motivación por parte de las autoridades. En el  artículo realizado para la revista Prisma Social, Marta García-Domingo, Teresa Amezcua y Virginia Fuentes realizan un estudio con grupos focales en los que se encuentran profesores y expertos en atención a la discapacidad. Una de las conclusiones a las que llegaron fue la necesidad de un marco legislativo bien definido “A nivel normativo, los/as participantes insisten en la importancia de la normativa, y en la necesidad de aclarar su procedimiento para que no haya diversidad en las interpretaciones”.

Irene López, es la directora ejecutiva de educación de Afanias, una asociación que cuenta con varios colegios de educación especial. Irene opina que la formación es mucho más importante de lo que parece “los docentes en la ordinaria no tienen una formación específica, no vale con querer, los profesionales nos pasamos toda la vida formándonos en esto”. En el análisis de grupos focales realizado, los profesores llegan a varias conclusiones con respecto a su situación laboral y el futuro de la educación inclusiva. Creen que es necesario un marco legislativo que sea eficaz, para que la labor dentro de los centros ordinarios se homogenice y coinciden en la insuficiencia de recursos humanos, destacando también la figura del gestor de recursos. Pero en el estudio, los entrevistados también resaltaron que la actitud de los profesionales es un factor importante.

Aquellos docentes que dedican sus esfuerzos a conseguir la inclusión dentro de sus aulas se sienten abandonados

“Más que carencias hemos sentido discriminación, porque hay hechos que no tienen que ver con los recursos, es cuestión de voluntad”. Estela comienza así a relatar la experiencia que vivió su hijo en un aula específica de un centro ordinario. “Los medios están, no podemos decir que en este país no hay recursos, sí se pueden poner los medios en una escuela especial, también se pueden poner en una ordinaria”. Marta Sánchez explica que las metodologías tienen mucha importancia y que hay que cambiar muchos enfoques tradicionales de la escuela general, pero si se cambia todo eso y se siguen sin derribar la mayoría de las barreras mentales que se forman alrededor de la discapacidad, jamás habrá inclusión “puedes tener un cambio metodológico, pero si en tu fuero interno crees que estos alumnos no pueden estar en tu aula, no vas a hacer inclusión”. De hecho, la gestión que llevan a cabo los equipos directivos influye de forma directa en la inclusión de la diversidad funcional. Una de las madres del AMPA del Colegio de Educación Especial Sagrada Familia de Huelva expresa la desmejora que experimentó el centro ordinario en el que estaba su hijo con la llegada de la nueva dirección. “Mi hijo hizo sus primeros años en un colegio en el que había siete alumnos con necesidades especiales diferentes, pero el centro estaba dotado con profesionales de pedagogía terapéutica, logopedia, monitores… el director estaba implicado con la inclusión, a diferencia de la persona que ocupó el cargo después”.

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Vista desde el Colegio de Educación Especial Sagrada Familia | Paloma Martínez García

Vista desde el Colegio de Educación Especial Sagrada Familia | Paloma Martínez García

Lo cierto es que, ya sea de forma voluntaria o con la obligación de un dictamen, muchos niños acuden a colegios especiales.

La capacidad de la educación especial

Hace 40 años, las personas con diversidad funcional no tenían acceso a una educación digna. Es por ello por lo que muchos padres se unieron para crear colegios específicos para sus hijos. Muchos de estos están vinculados a asociaciones que formaron las familias y que han perdurado hasta el día de hoy, ofreciendo sus servicios a las personas con discapacidad y a sus familias. Afanias es una de estas asociaciones, centrada en la diversidad funcional intelectual. La labor de estos centros -que suelen ser concertados o privados- comienza cuando los niños entran en los colegios de educación especial “nuestra misión es mejorar la vida de las personas con diversidad funcional intelectual y de sus familias durante todo el ciclo vital, desde que son pequeños en los coles hasta que fallecen”. Cuentan con servicios educativos, de formación, posteriormente de empleo -en centros ocupacionales- y, por último, la inserción en residencias.

Los centros de educación especial en España | Fuente: https://www.educacion.gob.es/centros/home.do | Infografía realizada por Paloma Martínez García

Actualmente los profesionales de la educación especial hacen una labor encomiable en estos centros. Desde los tres años hasta los dieciséis, los alumnos están dentro de la Formación Básica Obligatoria. Tras esto comienzan los programas de Transición para la Vida Adulta. El currículo es muy distinto del oficial, pues las necesidades de estos alumnos son muy distintas. Contempla tareas de autonomía personal, comunicación, desarrollo de las habilidades comunicativas, intervención en la gestión de las emociones… Mamen Cordero es la directora del Colegio Público de Educación Especial Sagrada Familia y explica que los docentes enseñan a los alumnos muchas de las tareas básicas “trabajamos con ellos la autonomía, les enseñamos a comer, a vestirse, a desvestirse, a relacionarse con el entorno… en una clase de 4º de primaria en la que estén dando matemáticas o lengua es inviable o casi imposible llevar a cabo este aprendizaje”. Los objetivos con respecto a un centro ordinario son distintos, al igual que la agrupación de alumnos. Se siguen dos criterios: edad y necesidades. En muchas ocasiones es difícil agrupar por edad. Por ejemplo, los estudiantes que deberían de pasar a Transición a la Vida Adulta pero sus capacidades no les permiten cumplir esas expectativas. Y es que hay alumnos cuya discapacidad les impide estar en un colegio ordinario actualmente. Mamen Cordero opina que los colegios de educación especial siempre serán la mejor opción para algunos alumnos “somos la última respuesta después de agotar todas las anteriores, somos la modalidad D y sabemos que nos vamos a tener que seguir remodelando para convertirnos en un centro de recursos, pero seguiremos educando a los chicos con mayores problemas”. Afirma que hay niños con enfermedades muy graves que nunca podrían estar en un aula ordinaria. Los grupos por clase son muy pequeños, con una ratio de menos de diez alumnos por clase -frente a los veinticinco de un aula ordinaria - y suelen ser fijos durante, como mínimo, tres años. Todo esto hace que la educación esté centrada en el desarrollo personal y las capacidades individuales.

Sala de estimulación de colegio de educación especial | Paloma Martínez

Sala de estimulación de colegio de educación especial | Paloma Martínez

Recursos del aula específica de un instituto ordinario | Paloma Martínez García

Recursos del aula específica de un instituto ordinario | Paloma Martínez García

Recursos de un colegio de educación especial | Paloma Martínez

Recursos de un colegio de educación especial | Paloma Martínez

Recursos de un instituto ordinario | Paloma Martínez García

Recursos de un instituto ordinario | Paloma Martínez García

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Sala de estimulación de colegio de educación especial | Paloma Martínez

Sala de estimulación de colegio de educación especial | Paloma Martínez

Recursos del aula específica de un instituto ordinario | Paloma Martínez García

Recursos del aula específica de un instituto ordinario | Paloma Martínez García

Recursos de un colegio de educación especial | Paloma Martínez

Recursos de un colegio de educación especial | Paloma Martínez

Recursos de un instituto ordinario | Paloma Martínez García

Recursos de un instituto ordinario | Paloma Martínez García

Y es que hay alumnos cuya discapacidad les impide estar en un colegio ordinario actualmente. Mamen Cordero opina que los colegios de educación especial siempre serán la mejor opción para algunos alumnos "somos la última respuesta después de agotar todas las anteriores, somos la modalidad D y sabemos que nos vamos a tener que seguir remodelando para convertirnos en un centro de recursos, pero seguiremos educando a los chicos con mayores problemas”. Afirma que hay niños con enfermedades muy graves que nunca podrían estar en un aula ordinaria. Los grupos por clase son muy pequeños, con una ratio de menos de diez alumnos por clase -frente a los veinticinco de un aula ordinaria - y suelen ser fijos durante, como mínimo, tres años. Todo esto hace que la educación esté centrada en el desarrollo personal y las capacidades individuales.

Mamen Cordero opina que los colegios de educación especial siempre serán la mejor opción para algunos alumnos

Los colegios de educación especial como Sagrada Familia cuentan con muchos recursos materiales, como las salas de estimulación y relajación o dispositivos médicos como los bipedestadores. Los recursos humanos con los que cuentan son también mucho mayores: médicos, fisioterapeutas, profesores de apoyo, orientadores, personal de cocina…  Los padres, cuando ven a tantos profesionales volcados en el cuidado de sus hijos, se sienten seguros al dejarlos todas las mañanas en estos centros. Mario Muñoz explica que cuando su hija pasó de educación infantil a primaria el colegio ordinario no tenía los recursos necesarios, por lo que sus mayores posibilidades de crecimiento estaban en educación especial. Al igual que otra madre del AMPA, que se dio cuenta de las necesidades de su hijo cuando todavía estaba en la guardería “el año antes de empezar el cole vimos que los centros del pueblo no iban a dedicarse a darle el apoyo necesario y desde el equipo de orientación educativa vimos que este centro tenía fisio y estimulación, por lo que decidimos traerlo aquí”. Sin embargo, Elvira Usin expresa que la decisión de cambiar a su hija a un centro de PT le resultó muy dura, ya que su hija aprende mucho por imitación “se esforzaba por comer mejor como sus compañeros, por estar mejor sentada (...) Yo sabía que eso lo iba a perder, a mí me dolió mucho, sé que aquí es donde está mejor atendida a nivel educativo, pero a nivel de desarrollo emocional no”.

Carmen Moreno apunta que el problema se halla en que el sistema siga obligando a los padres a elegir entre el derecho que les corresponde a sus hijos o la atención que necesitan. Y es que los centros específicos presentan algunas carencias que simplemente vienen determinadas por la esencia de estos, pues, en definitiva, los alumnos están, naturalmente, más aislados.

De hecho, muchos, colegios, como Sagrada Familia, están a las afueras de la ciudad, cerca de hospitales.

"Sé que aquí es donde está mejor atendida a nivel educativo, pero a nivel de desarrollo emocional no”
Elvira Usin, madre de una niña con síndrome de Rett

La vida de muchos alumnos que comienzan a los tres años en un colegio de educación especial queda anclada a una estructura cuya actividad permanece apartada del circuito ordinario: centros de empleo restringidos, residencias…

Los beneficios que le aportan a los alumnos con diversidad funcional formar parte de un aula ordinaria son muchos, y hay diversos análisis que así lo recogen. Los resultados que obtienen son superiores a los que consiguen los alumnos segregados. Pero quizás este dato queda en segundo plano, pues lo más relevante es que se desarrollan social y emocionalmente con más facilidad. Esto se debe a la relación con sus compañeros. La imitación es un factor muy importante, y por ello los alumnos tratan de mejorar sus formas de relacionarse. Marta Sánchez, directora del centro de Asprona en Almansa, observa a sus alumnos -mediante la escolarización combinada- cuando están en aulas ordinarias y cuando están en el centro específico. En su centro hay solo catorce alumnos, lo que hace que la atención sea casi individualizada. Pero esto, al contrario de lo que podría parecer, no es lo más idóneo. Marta explica que, a un niño, sean cuales sean sus capacidades, no le favorece estar toda la jornada lectiva rodeado de adultos. En la escuela ordinaria hay muchas más oportunidades de aprendizaje que en el centro específico, simplemente por la naturaleza de este, “aquí tenemos a alumnos que tienen grandes necesidades de apoyo por discapacidades y patologías importantes, por lo tanto, hay niños que se llevan 5 horas sin ningún compañero que les hable, les sonría o les toque”. Esto se lo brinda la escuela ordinaria. 

Pero el beneficio fluye hacia ambos lados, ya que los alumnos que no presentan diversidad funcional también se ven favorecidos por la educación inclusiva. Han sido numerosas las ocasiones en la que los padres de estos alumnos se han opuesto a la inclusión de compañeros con discapacidad. La razón, la idea errónea que muchos tienen al pensar que esta inclusión ralentiza el ritmo de aprendizaje del aula. Se ha demostrado que las diferencias de nivel vienen determinadas por la propia disparidad que existe entre los colegios. Y como sucede con los compañeros con diversidad funcional, lo más destacable son los beneficios emocionales y sociales, como la obtención de una conciencia moral, una mayor aceptación de las diferencias humanas y una mejora en el autoconcepto.

De cualquier modo, en el sistema general sigue imperando la normalidad, y es a partir de esta concepción que se organiza todo el funcionamiento de las escuelas. La inclusión no es simplemente que el alumno esté en el aula, también es que participe y promocione, es decir, que consiga aprender y conseguir distintos logros. Para ello es necesario cuestionar -en palabras de Ignacio Calderón- el “único ritmo”.

Centros de referencia y apoyo ¿el futuro de la educación inclusiva?

Hace dos años, en 2020, además de noticias relacionadas con la pandemia de la COVID-19, también pudimos ver muchas otras relacionadas con la nueva ley de educación. En concreto, se generó mucha polémica alrededor de la ya mencionada disposición adicional cuarta, sobre la educación especial. La Plataforma Educación Inclusiva Sí, Especial TAMBIÉN, destacó por ser una de las caras visibles de las manifestaciones que se organizaron. El rumor que corrió era que en la Ley Celaá se planteó cerrar los colegios de educación especial. Sin embargo, la norma describe que los centros específicos van a seguir albergando a alumnos, pero tienen que desempeñar la función de centro de referencia y apoyo para los centros ordinarios.

Zona de autonomía (IES Alto Conquero) | Paloma Martínez García

Zona de autonomía (IES Alto Conquero) | Paloma Martínez García

El centro específico Asprona-Almansa, situado en la localidad de Almansa, en Albacete, es de los pocos centros que ha comenzado a cambiar hacia el nuevo modelo propuesto. Se han organizado en torno a dos líneas de trabajo: ofrecer apoyo a los centros ordinarios que lo demanden y supervisar los procesos de tutorización -dictámenes de escolarización- para evitar que se produzcan. Cuando llega la demanda desde un centro, ellos se encargan de analizarla, y en función de lo que necesite el centro, envían al profesional adecuado. Esto depende de las necesidades que presente el alumnado, diversidad funcional intelectual, auditiva, visual… Una vez en el centro se reúnen con el equipo docente, el de orientación, algún miembro del equipo directivo y la familia del alumno. Marta Sánchez, directora del centro, señala la importancia que tiene la presencia de los padres en estos procedimientos “La familia es imprescindible, en nuestra asociación no concebimos nuestro trabajo si no es de la mano de la familia, en la escuela pública cuesta un poco más este aspecto”. Tras esta reunión se va perfilando el tipo de respuesta que van a ofrecer al centro. Aportan desde materiales hasta apoyo directo en el aula, e incluso modelaje, para que los profesores aprendan cómo deben asistir al alumno.

En nuestra asociación no concebimos nuestro trabajo si no es de la mano de la familia
Marta Sánchez, directora del Colegio de Educación Especial Asprona-Almansa

Todo esto se hace para activar la inclusión en el aula y se sigue el proceso durante un curso escolar, y en los casos en los que sea necesario continuar con el apoyo, se prolonga hasta el siguiente año. Cuando lo que llega no es una demanda de apoyo, si no un proceso de tutorización, se guían por el Decreto 85/2018, de 20 de noviembre, de Castilla-La Mancha. Con esta norma se regula la inclusión educativa en esta comunidad autónoma. Los profesionales del centro verifican si se están llevando a cabo todas las medidas necesarias e intervienen para ayudar a que el centro ordinario cumpla la normativa. Una vez ha pasado el curso escolar, deciden qué modalidad educativa es la mejor para el alumnado “Todos los procesos de tutorización que hemos llevado a cabo desde que salió el decreto han seguido en centros ordinarios. Es una medida que está funcionando y estamos evitando la segregación de los alumnos con discapacidad”. 

No obstante, la labor que está llevando a cabo el centro perjudica directamente a los profesionales que allí trabajan. Al ser un centro de régimen concertado, si se quedan sin matrículas, este desaparece. Al apostar por la educación inclusiva e impedir que los alumnos acudan a su centro si no es necesario, sus puestos de trabajo están en peligro. Marta afirma que están en una situación complicada “si la administración no apuesta firmemente por esa conversión, para firmar un convenio como centro de recursos y no especial, perderemos a todo nuestro personal”. Desde el centro creen firmemente en que es posible llegar a conseguir que casi todos los alumnos acudan a un mismo centro mediante la ayuda de los profesionales de educación especial. De hecho, en países cercanos como Italia o Portugal han conseguido llevar a cabo este modelo educativo.

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Tablón de actividades (IES Alto Conquero) | Paloma Martínez García

Tablón de actividades (IES Alto Conquero) | Paloma Martínez García

En nuestro país, sigue sin haber directrices claras para la conversión de estos los colegios en centros de referencia. En la LOMLOE se da un plazo de diez años para alcanzar el objetivo, y ya cada comunidad desarrolla su propia normativa, pero de momento, ni en Castilla-La Mancha, ni en Andalucía los centros han recibido los pasos a seguir. En el caso del colegio de Almansa, la situación es un poco más fácil, pues solo tienen a catorce alumnos, pero en el colegio público Sagrada Familia, cuentan con ciento ocho niños, por lo que la tarea se vuelve imposible sin una planificación.

“Si la administración no apuesta firmemente por esa conversión, para firmar un convenio como centro de recursos y no especial, perderemos a todo nuestro personal”

Marta Sánchez

El final de la educación obligatoria

¿Qué ocurre cuando acaban los años de educación obligatoria? En los casos en los que el alumno ha seguido hasta los veintiún años en un centro de educación especial puede optar por varias opciones. Los chicos y chicas pueden comenzar a acudir a los centros ocupacionales de formación, lo que les da la posibilidad de conseguir oportunidades laborales. Estos suelen ser centros de día en los que las personas con diversidad funcional desarrollan diversas tareas y aprenden a desenvolverse. El problema es que muchos de estos centros de día son privados y las plazas tienen un coste económico muy alto, por lo que muchos padres se encuentran en una encrucijada cuando sus hijos se hacen mayores “el niño se quedará en casa si no sale la subvención que he pedido” cuenta una madre del AMPA Sagrada Familia, pues es el último año escolar de su hijo.

Los alumnos que han recibido una educación ordinaria pueden optar a realizar ciclos de Formación Profesional Básica. Paco Varas está realizando su segundo ciclo en el Instituto MEDAC de Córdoba y explica que le ha ido genial, tanto con sus profesores como con sus compañeros. Paco continuó sus estudios hasta 2 de la ESO, y el curso siguiente comenzó su primer ciclo. Paco señala que en “los grados se organizan mejor que en el colegio”. Otros alumnos se deciden por realizar un grado universitario cuando terminan sus años de educación obligatoria, pero hallan muchos obstáculos en el camino. Antes de comenzar la carrera, se encuentran con la falta de adaptación del currículo -especialmente en bachillerato- y la escasa atención que reciben en el proceso de transición a la universidad. Las pruebas de acceso y el ingreso a la universidad suponen otra barrera para estos alumnos, pues no hay igualdad de condiciones al no contar con los medios adecuados. En el estudio realizado por el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI) sobre la universidad se recogió información de 72 universidades españolas y de 1.720 estudiantes con discapacidad. En la infografía 4 se muestran los datos de las distintas modalidades y ramas de estudio. De los 11.232 estudiantes cuya diversidad funcional está recogida, un 55,9% presenta discapacidad física, un 26,5% discapacidad psicosocial, intelectual o del desarrollo, y el 17,6% restante discapacidad sensorial. Este análisis demuestra que, conforme aumenta el nivel de estudios, el número de alumnos va bajando, por lo que solo un 0,7% realiza el Doctorado.

Fuente: http://riberdis.cedid.es/handle/11181/6252 | Infografía realizada por Paloma Martínez García

La forma en la que cada persona interactúa con el entorno, cómo se desenvuelve en distintas situaciones o las necesidades que tiene, hace que la realidad sea distinta en cada caso. Las sociedades han evolucionado a partir de la integración de personas que hasta el momento habían estado apartadas, simplemente por el hecho de existir y no entrar dentro de la conceptualización de la normalidad. Esta evolución ha dado lugar a un espacio cada vez más tolerante, en el que los individuos coexisten de forma diversa. Aquí radica el valor de la inclusión, pues es el motor del progreso de las sociedades, la razón por la que no se quedan estancadas. No obstante, aunque se ha recorrido un largo camino, no se ha llegado al final. En las escuelas sigue siendo necesario transmitir la valía de las personas con discapacidad. El dicho “mirar con ojos de niño” hace referencia a esa curiosidad que caracteriza a los más pequeños, una curiosidad, que en este caso, lejos de hacer daño, enriquece.

La inclusión de estudiantes con diversidad funcional en las escuelas ordinarias de nuestro país no es efectiva, pero eso no quiere decir que sea imposible. Se han visto ejemplos en los que se demuestra que es un modelo viable y eficiente, pero el cambio continúa supeditado a esos esquemas sociales que marcan la evolución -o involución- de una sociedad.

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