Resumen | A partir del ingreso de la televisión a la sala de estar de los hogares de las
familias tradicionales en México y con la posibilidad de que esta pantalla
asumiera el rol de distractora primero y niñera después, han ...
A partir del ingreso de la televisión a la sala de estar de los hogares de las
familias tradicionales en México y con la posibilidad de que esta pantalla
asumiera el rol de distractora primero y niñera después, han sido muchos los
aparatos que se incorporan al contexto cotidiano de la infancia.
Una vez que por diversas causas, los padres tienen que buscar formas para
que los niños se encuentren entretenidos mientras se dedican a otra cosa y
ante innumerables situaciones que impiden el placer de la actividad física,
muchos niños en México, desde mediados de los ochentas, pasan más tiempo
frente a pantallas que con otro ser humano.
Los procesos de socialización en la primera infancia están caracterizados por la
incursión de los niños en diferentes instituciones. Si bien es indiscutible la
relevancia que en el desarrollo social, emocional y cultural tiene la familia
también se reconoce que las instituciones educativas complementan de
manera necesaria esta formación. En la escuela es donde los pequeños
ensayan y encuentran los mecanismos para relacionarse con sus iguales.
Además, hay otras instituciones que, según el tipo de vida que tengan las
familias de origen de los niños, también van configurando los procesos sociales
del sujeto. La iglesia, la familia extendida, el barrio, los vecinos o los grupos de
socialización (de la madre de manera principal), permiten a los pequeños
construir poco a poco su entorno y desarrollar diferentes mecanismos de
interacción con los otros.
Existen además formas limitativas e inhibidoras de la interacción social.
Situaciones de temor y violencia como las que se viven en los tiempos actuales
generan un ambiente de desconfianza que obliga a muchas personas a preferir
el aislamiento y con ello, a buscar mecanismos de entretenimiento que puedan
ser disfrutados en la seguridad del hogar.
Sin embargo, muchas de estas formas de entretenimiento parecen ser
inofensivas y quizá así lo fueron en otros tiempos en que la tecnología y la
oferta de contenidos se ofrecía de manera lógica, lineal y censurada. La época
moderna plagada de restricciones asumía que había reglas, límites, estructuras
y orden para todos.
Los grandes cambios que se ofrecen dentro de cualquier cultura siempre están
relacionados con diferentes aspectos. En la actualidad, el avance tecnológico y
la necesidad de resaltar la sofisticación de la imagen participa en la compleja configuración del nuevo orden cultural, de tal forma que se vive un
posmodernismo donde la relativización de las formas, estructuras y sentidos de
la realidad priman sobre la configuración de los procesos de socialización. La
ley del menor esfuerzo, de la imagen y de lo hecho, es lo vigente. Poco es
aquello en lo que se reflexiona.
Sartori
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afirma que la época actual es la del homo videns, un sujeto que ve y
que juzga a partir de lo que ve. La inmediatez de la imagen y la posibilidad de
modificar la realidad a través de la sencillez de apretar un botón es más que
suficiente para complacer de manera inmediata un cambio de realidad de tal
forma que si algún personaje es desagradable se elimina o si un programa de
televisión no ofrece lo suficiente, se le cambia de canal. No existen procesos de
análisis o reflexión en dichas acciones, sólo se actúa, las consecuencias
parecen no ser relevantes.
Los medios de comunicación, como instituciones son también socializantes. A
través de ellos los sujetos pueden conocer, entender y asumir la realidad,
suponen verdad lo que se muestra en los contenidos que ofertan; con base en
ella desarrollan sus modelos de sociedad. El problema es cuando estos sujetos
son adolescentes, incluso, niños.
Existen innumerables estudios que demuestran diferentes formas en que los
individuos definen algunos de sus comportamientos debido a lo que ven
proyectado en la televisión. Sin embargo, desde el razonamiento, los sujetos
deben ser selectivos de los mensajes que reciben y en un sentido racional,
evitar aquello que pueda perjudicarle.
Dos etapas en las que el ser humano está expuesto a lo que se ofrece a través
de las pantallas que se le presentan son la infancia y la adolescencia. En la
primera, la compañía de un adulto es indispensable porque esto permite que se
pueda dialogar y razonar lo que se ve. En la segunda, se viven los momentos
más importantes en relación a la construcción de la identidad del sujeto y es en
esta etapa del desarrollo que se identifican los modelos a seguir.
En la adolescencia los grupos de referencia adquieren relevancia por encima
de la familia como institución socializante. Las definiciones dadas por esos
grupos llevan al sujeto a tomar decisiones y a configurar la realidad que va a
construir su identidad. Son también los grupos los que influyen en el consumo
de diferentes pantallas.
Si bien es cierto que la televisión como medio de comunicación, en los tiempos
actuales puede ser considerada, hasta cierto punto monótona, debido a su
escasa interactividad, también es cierto que son cada vez más las formas, que
desde los contenidos, buscan atraer la atención de los jóvenes, ya sean estos prohibidos o banales y que les ofrecen temas de conversación entre sus
iguales.
Las nuevas tecnologías, así como la simultaneidad de imágenes recibidas en
un sólo aparato, propician un entorno visual instantáneo, atractivo, tecnológico
pero efímero.
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